Los números de escaso crecimiento económico latinoamericano y de estancamiento mexicano muestran las secuelas de otro año de incertidumbre: 2025 cerrará con un repunte estimado de 2.4 por ciento promedio para América Latina, en tanto que México apenas llegará al 0.5 por ciento, siendo una de las economías más afectadas por un año de pocas certezas. Lo que empezó en enero con una serie de advertencias y amenazas de imposición de aranceles por parte de Estados Unidos siguió todo el año y se transformó en algo que los latinoamericanos conocemos muy bien: otro año de incertidumbres.
Con la guerra comercial de Estados Unidos y China, así como los vaivenes incesantes de aranceles y negociaciones que salpicaron a la Unión Europea y América Latina, el escenario se volvió difícil para el comercio internacional, tenso para los negocios y de mucha especulación para las inversiones. En un contexto en el que los costos y las facilidades para exportar iban y venían, no debe sorprender que la economía mexicana, que tiene al mercado estadounidense como el destino de más del 80 por ciento de sus exportaciones, sea una de las más golpeadas y hoy muestre señales de estancamiento.
México no sólo tendrá un crecimiento inferior al promedio latinoamericano por segundo año consecutivo, sino que lo más probable es que esto vuelva a ocurrir el siguiente año. Y no sólo eso: las cifras están por debajo del promedio de 2 por ciento de crecimiento anual de las últimas dos décadas. Claramente en la región latinoamericana seguimos inmersos en la trampa del escaso crecimiento y el caso mexicano es una de las muestras más notables.
Pero la cuestión de la incertidumbre no sólo tiene que ver con indicadores de repunte sino con los efectos negativos en la inversión, en los proyectos, emprendimientos, y fundamentalmente en la generación de empleos. Un ejemplo de esto lo tenemos en ese potencial tan anunciado y tan esperado que es el del nearshoring o relocalización de empresas: la necesidad de mudar fábricas y centros de producción a lugares más cercanos a los grandes mercados genera una gran expectativa en México. Pero, a pesar de que las condiciones parecen las ideales, la incertidumbre sigue rondando y las inversiones no terminan de concretarse como se esperaba.
No creo que la incertidumbre se vaya pronto, aunque se calmen los sobresaltos arancelarios. Lo que realmente necesitamos en la región es consolidar las certezas con las que contamos para hacer crecer la economía, distribuir mejor la riqueza y disminuir los niveles de pobreza, desigualdad y precariedad. Invertir más en infraestructuras, sobre todo la vial, mejorar los niveles educativos, duplicar o triplicar la inversión en ciencia y tecnología, así como potenciar la innovación son sólo algunas de las certezas que podemos construir con nuestros presupuestos, con nuestras propias fuerzas. No se trata de cruzar los dedos para que haya menos imprevistos sino de estar listos para lo que venga.