La economía que no alcanza a confiar

Ciudad de México /

En México hay una escena que muchos hemos vivido. Llegas a pagar en una tienda, una ferretería o una fonda. El letrero dice “aceptamos tarjeta”; la terminal está ahí, visible. Pero al intentar pagar aparece la frase que ya forma parte del léxico nacional: “no hay sistema.”

A veces es cierto. Otras, es una manera de evitar algo que el comercio percibe incierto o costoso. En ambos casos revela algo más profundo: la distancia entre la tecnología disponible y la confianza real para usarla.

Los datos ayudan a entenderlo: siete de cada diez transacciones en México siguen realizándose en efectivo. Y en punto de venta, el efectivo conserva entre 35% y 40% del total, pese al crecimiento de wallets y fintechs. No es falta de innovación: es que la experiencia diaria sigue favoreciendo lo tangible.

La cultura también pesa. En muchos hogares persiste un refrán sencillo, pero preciso: “más vale pájaro en mano que cien volando.” Y aunque parezca conservador, es lógico en un país donde la señal puede fallar, donde una comisión inesperada reduce la ganancia del día o donde un reclamo tarda días en resolverse.

La desconfianza no es irracional: es protectora. En miles de comercios circula una lista de miedos aprendidos: “si acepto tarjeta el banco me va a descontar”, “si me depositan mucho el SAT va a sospechar”, “si pago con el celular me pueden hackear”, “si abro una cuenta me empiezan a descontar”, “si dejo de usar efectivo ya no controlo mis gastos”, “si uso la app del banco puedo perder mi dinero.”

No son fantasías: son el eco de malas experiencias y reglas confusas.

Viví casi dos años en Brasil y vi un contraste claro. PIX no ganó por sofisticación, sino porque siempre resultaba fácil. Pagos instantáneos, sin comisiones y sin temor a que la transacción “se pierda en el camino”. La adopción no fue un acto de fe: fue un acto de experiencia repetida. PIX no impuso confianza: la generó.

México vive una modernidad intermedia. Tenemos la tecnología: fintechs robustas, SPEI inmediato, wallets en expansión, QR accesibles. Lo que falta es algo más delicado: consistencia operativa, especialmente en el comercio pequeño. Ahí, entre capacidad técnica y certidumbre cotidiana, el efectivo mantiene su lugar.

Y ahí está la oportunidad para el sector fintech mexicano. La inclusión no depende de inventar nuevos productos, sino de eliminar dudas: lograr que un pequeño comercio sepa que si acepta un pago digital, el dinero llegará completo y sin sobresaltos.

El efectivo no es un enemigo: es el recordatorio de la confianza que falta por construir. Mover el dinero rápido es fácil. Lo difícil es mover la confianza al mismo ritmo.

El día en que lo digital ofrezca la misma certeza que lo físico, México no tendrá que debatir la transición: simplemente la adoptará. Porque este país no rechaza el futuro. Solo quiere estar seguro de que no va a fallar.


  • Héctor Faya
  • Fundador de Aurora Policy Solutions y profesor de IA y derecho en la Ibero CDMX.
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