Recién me entero de que la industria del cine está haciendo circo y maroma para evitar la exhibición de Lo que el viento se llevó por su contenido racista. Filmada en 1939, la cinta se refería a lo felices que eran los afroamericanos siendo esclavos y a lo mucho que estaban dispuestos a dar su vida por sus amos blancos.
En realidad, esta preocupación coyuntural no habla más que de la obsesión de los gringos por hacerle al cuento con temas más o menos controvertidos que aparecen de vez en cuando. Es evidente que no se les va a quitar lo racistas si dejan de exhibir una película muy conocida. Solo hay que ver cómo tratan todos los días a los mexicanos, asiáticos, orientales, centroamericanos y un largo etcétera que incluye a los ingleses, alemanes, franceses, italianos y españoles.
Los gringos han cacareado durante años que el suyo es un país de migrantes, pero están habituados a discriminar a los extranjeros. Los miran como si les debieran la vida.
Leí hace poco por ahí que Abraham Lincoln, el hombre que abolió la esclavitud en Estados Unidos, tuvo un plan secreto para enviar a los afroestadunidenses a África. Puede ser. Cuando David Wark Griffith filmó en 1915 El nacimiento de una nación, una película con la que Lo que el viento se llevó tiene una deuda grande, pocos alzaron la voz por la leyenda que incluía la película en su comienzo: “Cuando todos los negros sean subidos en un barco y regresados a África los problemas de este país habrán terminado”. En realidad casi todos los gringos piensan igual. Solo las organizaciones defensoras de los derechos de la población afroestadunidense pusieron el grito en el cielo. De poco sirvió. La película que reivindicaba el derecho de los gringos a ser racistas y describía celebratoriamente el surgimiento del Ku Klux Klan y su odio a los afroestadunidenses sigue siendo hasta la fecha la más exitosa en taquilla.
Está claro que los gringos no van a cambiar. Tal vez solo para empeorar.