Max von Sydow

  • Sentido contrario
  • Héctor Rivera

México /

Un viejo conocido me contó alguna vez como corría a presenciar los estrenos fílmicos del realizador sueco Ingmar Bergman. En plena adolescencia, tenía la esperanza de que se tratara de películas pornográficas, en una época en que el cine sueco tenía cierta fama por su abundancia de desnudos. 

No recuerdo ahora ninguna película de Bergman que incluyera desnudos. O tal vez los había, pero en el sentido de desnudez de alma. No recuerdo tampoco a ningún realizador que hurgara con tanta precisión tras los pliegues del alma de sus personajes. Sus películas son en este sentido una experiencia casi siempre dolorosa, desgarradora, que toca las fibras más íntimas del espectador. Sabía indagar sobre las pulsiones psicológicas, las tragedias personales, las emociones, los miedos, los rencores, mientras los espectadores nos mordíamos las uñas, nos tirábamos de los cabellos, aguantábamos apenas las lágrimas y tratábamos de descifrar nuestro propio desconcierto ante sus enigmas descomunales.

Bergman tenía la cara de un hombre bueno. Sensible, inteligente, debe haber sido un tirano de esos que ejercen su dominio sobre los demás haciéndoles manita de puerco con los afectos, los sentimientos, las pasiones, el encanto de la admiración, la fascinación ante el talento desbordado.

Trabajar con él como actor deber haber sido un enriquecedor suplicio, una tortura larga y estremecedora, compartida con todo el elenco. Encerrados en la isla de Faro durante uno o dos años mientras preparaban cada detalle de la filmación vivían seguramente una experiencia aleccionadora, formativa, amorosa. Sobre todo Max von Sydow, Liv Ullman, Bibi Andersson, Gunnar Bjornstrand, Ingrid Thulin. Todos grandes actores. Enormes.

Von Sydow hizo una carrera espléndida, de enorme riqueza, gracias a esa tortuosa educación. Una película como El séptimo sello asoció para siempre el talento de Bergman como realizador con el talento interpretativo de Von Sydow. Los convirtió en mito. Lo mismo que Fresas silvestres, El rostro, El manantial de la doncella y prácticamente todas las películas que el intérprete filmó con el célebre autor.

Ahora que acaba de morir a los 90 muchos han recordado su enorme capacidad para interpretar personajes de todo tipo. Y sí, Von Sydow era una suerte de actor todoterreno que podía pasar sin sobresaltos, con enorme solvencia, de una película como Robin Hood a Flash, Star Wars o Heidi. Fue siempre la mejor arcilla en manos de artesanos de todo tipo o de joyeros extraordinarios, como Bergman.

Parece fácil pero no lo es. Von Sydow no solo era una garantía de solvencia en cualquier papel. Era también uno de los contados casos en que un actor podía convertirse en otra persona frente a los ojos del espectador. Y eso era un gozo para el público, solo superado por el descomunal talento de su maestro Bergman. Si hubo sufrimientos valió la pena.  

Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS