Reviviendo a Fellini

  • Sentido contrario
  • Héctor Rivera

México /

Federico Fellini se topó de frente con la realidad más concreta del mundo el 17 de octubre de 1993 en un hospital de Roma. Ese día comenzó a morir a los 73. En realidad el celebrado realizador italiano se debatía desde tiempo atrás buscando recuperar la salud. Pero todo se le complicaba día a día. Agobiado por las dolencias y los malestares todavía había juntado fuerza para viajar a Hollywood y recibir un Óscar por su brillante trayectoria. Pocos lo sabían, pero había recibido el homenaje de sus colegas estadunidenses con el diagnóstico de un aneurisma en la aorta abdominal.

El doctor Marko Turina, jefe del Departamento de Cirugía Cardiovascular del Hospital Universitario de Zúrich, le hizo ver que una cirugía en sus condiciones era poco más que urgente. Cuando ingresó al nosocomio un tanto abatido no se imaginaba lo que le esperaba: un largo tránsito entre quirófanos y salas de terapia intensiva.

Las hemorragias, embolias y cirugías inesperadas van mermando su energía y limitando sus movimientos, hasta que parece hallar cierta tranquilidad al cabo de un recorrido por hospitales de Roma, Rímini y Ferrara. En Roma de nuevo lo atienden con esmero. Cuidan su alimentación de manera obsesiva y lo mantienen bien abrigado ante el duro invierno que se avecina.

A las 5:45 horas del 17 de octubre de 1993, un enfermero entra a la habitación y le acerca hasta su cama una cena más bien frugal: sopita, quesos, un poco de pan y fruta cocida. Federico se come la sopa, un trocito de queso y algo de pan. De pronto se pone muy serio, emite gruñidos y su rostro comienza a ponerse azul. Acaba de broncoaspirar un trocito de queso y no hay nadie que pueda ayudarlo. Cuando llegan una doctora y un par de enfermeros diagnostican un paro cardiaco en medio de la gritería, pero consiguen reanimarlo. Catorce días después el cineasta entrega su alma al Creador.

Mucho de Italia murió también ese día. Roma, Rímini, los admiradores del cineasta, las comidas callejeras, los abuelos en busca de pareja, los estudios de cine, los adolescentes cachondos, las vendedoras de cigarros, todos los rostros, los personajes que el realizador guardaba en sus archivos.

Fellini fue velado en una capilla montada en el Foro Cinco de los Estudios de Cinecitta en Roma, su favorito para filmar sus películas, el más grande de Europa. Un privilegio para uno de los genios mayores del cine. Ahí filmó la mayor parte de sus películas.

Años después, en el verano de 2012, el foro quedó reducido a cenizas a causa de un incendio hasta ahora inexplicado. Parecía que Fellini ardía ahí con sus recuerdos.

Hoy día, sin embargo, Italia se empeña en recuperar el pasado de gloria de uno de sus más grandes creadores. Por lo pronto, el viejo cine Fulgor en su natal Rímini ha sido completamente restaurado y un museo en memoria de Fellini será inaugurado ahí el año próximo.

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