A 250 kilómetros por hora no había manera de evitar el choque. Ninguno de los siete motociclistas que murieron en la autopista México-Cuernavaca el domingo podía haber evitado estrellarse, como parte de una serie de colisiones que dejó además 19 personas heridas.
Lo dice el sentido común pero también lo confirma la ciencia. Cuando se viaja a esa velocidad se requieren al menos 500 metros para detener un vehículo. Los oficiales de tránsito de Estados Unidos han diseñado la ecuación para calcular la distancia de frenado. En ella se incluye el tiempo de reacción del conductor, las condiciones del camino, la velocidad del vehículo, la pendiente, el coeficiente de fricción (A Policy on Geometric Design of Highways and Streets, AASHTO).
Sólo dos actores pueden frenar un vehículo sin que medie una colisión: el propio conductor o un agente del Estado. En el caso de la carretera a Cuernavaca ninguno de los dos actuó para evitarlo.
Aunque hay responsabilidad individual innegable, el Estado comete una omisión al no hacer respetar el límite de velocidad en las carreteras mexicanas: 110 km/h. Conducir más allá implica enfrentar multas onerosas que rondan los 5 mil pesos.
Sólo que nadie las impone. A pesar de que existen radares de velocidad y la técnica suficiente para imponer fotomultas de forma automática, esta no se utiliza en las carreteras mexicanas.
La mitad de las 16 mil muertes anuales en accidentes de tráfico (cifra subestimada, por cierto) ocurren en las carreteras, con un alto costo en vidas humanas, años perdidos de salud, pero que también impactan en la productividad debido a los cierres obligados para llevar a cabo los trabajos periciales. Son miles de horas-persona perdidas cada año por los accidentes que dejan las altas velocidades, sin contar el costo de los servicios de emergencia y las horas que tarda el retiro de cuerpos y máquinas destruidas tras un accidente.
Es una tragedia colectiva, que debiera ser nacional pero se asume por todos como si se tratara de una desgracia individual. Esto tiene que parar.
Héctor Zamarrón
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