El Metrobús descarrilado

Ciudad de México /

El presidente es uno de esos animales políticos de los que hablaba Aristóteles (zoon politikon) y de entre los políticos mexicanos uno de los que mejor se orienta ante los cambios en el panorama... pero no siempre. A menudo se equivoca y persiste en sus yerros, también es conocida su terquedad.

Cancelar el Metrobús de Durango es uno de esos errores que costarán caro, pero no a él, sino a decenas de miles de ciudadanos de La Laguna, justo esos a quienes suele referirse el Presidente cuando asegura que primero son los pobres.

¿Qué fue lo que canceló López Obrador? La entrega de 131 millones de pesos para el arranque de obras en la parte que corresponde a Durango, pues el Metrobús en la zona metropolitana de La Laguna es un proyecto antiguo que lleva una década de gestión y unos cuatro años de obra, lenta, pero que en la parte de Coahuila llegó ya a 90 por ciento.

¿Está muerto el Metrobús de Durango? No, por supuesto. Solo que no tendrán esos 131 millones que, cuenta el propio López Obrador, llevaba ya autorizados bajo el brazo para hacer el anuncio esa tarde de domingo. Las denuncias de corrupción sobre la obra que escuchó en el camino del aeropuerto al mitin lo hicieron cambiar de opinión.

Cierto que Durango podría poner ese dinero sin que la Federación intervenga, pero no tiene de dónde, está endeudado y, como la mayoría de los gobernantes en el país, los suyos se niegan a cobrar el predial o la tenencia, prefieren mantenerse de las partidas federales.

En México el transporte público está destinado a las clases medias bajas y a los pobres, es decir, a las mayorías. El resto se mueve en automóvil y vehículos privados. La Laguna no es la excepción. Los cuatro municipios involucrados en el proyecto del Metrobús-Torreón y Matamoros, en Coahuila; y Lerdo y Gómez Palacio, en Durango, tienen una tasa de motorización acelerada, pero ninguna ciudad tiene futuro si no moderniza sus sistemas de transporte.

Esa zona metropolitana cuenta con más de un millón de habitantes y es una de las diez más grandes del país. Si no cambia la decisión, sus ciudadanos tendrán que conformarse con unidades de transporte antiguas, inseguras, incómodas y contaminantes y olvidarse de una modernización de su red de transporte como las que vivieron la Ciudad de México, Puebla, León, Guadalajara, Oaxaca, Tijuana, Monterrey y otras ciudades con Metrobús.

El transporte público es un gran negocio, sobre todo si se utilizan autobuses viejos que hace años dieron ya su retorno de inversión y que arrojan ganancias a cambio del maltrato al usuario. Los concesionarios que se resisten al cambio son los mismos que aportan sus unidades para el acarreo en los mítines de campaña y que ahora celebran tener el aval presidencial.

Ayer temprano, sin embargo, el Presidente abrió la posibilidad de volver a organizar una consulta sobre el destino de la obra en Durango. Ojalá y le tomen la palabra el gobernador y la sociedad, porque los pobres no se merecen que quien ganó la elección en su nombre tome decisiones en su contra.

hector.zamarron@milenio.com
Twitter: @hzamarron

  • Héctor Zamarrón
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