En una cafetería de Tlalpan escucho a Chavela Vargas en el Carnegie Hall

Ciudad de México /

Imagen núm. 1: son de selva ardiente, luego la voz, un poco sardónica y un poco chispeante, pidiéndola a Macorina “ponme la mano aquí, Macorina, ponme la mano aquí”, y yo no puedo ver dónde es aquí, pero ha comenzado a llover y me pongo nervioso, confundo “a mango” con “amado” y leo que en Tequisquiapan el río San Juan se ha desbordado. Una mujer hace señas. Pauso la música. “Mi hija dice que olvidó aquí sus chocolates”. No están ni el suelo ni el asiento ni en la mesa. Camarera no sabe nada, gerente no sabe nada y personas en las otras mesas no saben nada. Eran lenguas de gato.

Imagen sonora núm. 2: penumbra vaga de una pequeña alcoba, y luego la voz anhela “cuando una tibia tarde me acariciabas toda”, pero la noche se acerca y yo leo que los 31 científicos a los que la FGR acusa de haber desviado 471 millones de Conacyt no han tenido acceso a la carpeta de investigación en su contra. Afuera de la cafetería, llora la niña. Alguien le robó sus chocolates, está segura. La idea del despojo la derrota. Que su madre pueda mentirle tanto no le cruza por la cabeza. Eran lenguas de gato. La lluvia arrecia. Se encienden las primeras luces nocturnas. Las farolas de los coches se reflejan en los charcos y del agua ascienden etéreas figuras lumínicas con formas angostas y largas, como de alfileres o de espadas.

Imagen sonora núm. 3: barca que parte y en vez de mástil lleva una cruz de olvido, y la voz es tan cruel y trágica: “Te juro, corazón, no es falta de amor, pero es mejor así…”, pero yo no traje suéter, no traje paraguas y tengo frío mientras leo que tres hombres incendiaron la discoteca Baby O en Acapulco. Entraron a la fuerza, esparcieron gasolina y arrojaron una llama. No había gente. Se ha quemado todo: barras, luces y escenario. Afuera de la ventana, ya todo es influjo lunar. Incluso la atmósfera al interior de la cafetería se ha ensombrecido. Sombras abstractas que dotan a las cosas de una vida secreta. Son las mismas miradas, los mismos movimientos y los mismos cuadros, pero por todas partes parecen haber nacido brillos siniestros. Es la misma calle, es Tlalpan, pero también su función ha cambiado: opacos reflejos neón púrpuras y naranjas de los hoteles de paso han desaparecido los puertos de garnachas.

Imagen sonora núm. 4: brindar por cinco cosas milagrosas (rosa perlada, estrella de eterno fulgor, alegría de barco que regresa, mil campanas de gloria tañendo, la noche de mi amor), y la voz grita desmedida: “Quiero un querer tan intenso y profundo, y también todo lo hermoso del mundo”, pero bajo la luna, esta cafetería también se vuelve otra, y leo en la carta que el café se ha ido y ahora todo es sobre pedir hielo, perfume y alcohol. 

Hugo Rocca Joglar

  • Hugo Roca Joglar
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