La noche como susurro

Ciudad de México /

Busco pistas en la noche. Siempre me han atraído las atmósferas ocultas. Tengo una fascinación por el misterio y las sombras. Camino por Cádiz con anhelo de lluvia. Esa gata me mira por la ventana de una casa arriba de la panadería. Creo haber entendido que no es necesaria tanta tristeza. Estoy inmerso en un proceso de resignificar mi pasión por las poéticas nocturnas.

Sobre la banqueta, restos de comida podrida. Luces de navidad resplandecen en las ventanas. Algunas rodean los marcos; otras, brillan a lo lejos, revelando intermitentes siluetas de armarios, comedores y camas. Rastros de vidas escondidas. Angustias, risas y caídas ajenas que son anunciadas por resplandores rojos, amarillos y morados, los mismos colores de las flores que rodean la máquina de escribir que heredé de mi abuelo.

Creo haberme perdido de su mirada, pero supongo que no existe lugar inaccesible para los ojos de una gata. Solía pensar que sanar era cuestión de encontrar la canción perfecta. Remontar el sufrimiento por medio de sonido y paciencia. Compromiso, mentira y deseo… las cosas resultaron más complicadas de lo que jamás imaginé. En verdad solía pensar que yo podía dotar de belleza a todo lo fallido.

Mi abuelo nunca se derrumbó como yo me he derrumbado. Su biografía parece la de un hombre completo. Aunque, oculto, tenía sueños secretos que yo represento. Solía pensar que mi abuelo soñaba con tragedias; ahora sé que soñaba suavidades. Y mi error me llevó a entender la noche como desborde y no como susurro. A siempre dejar una parte inaccesible de mi cuerpo en vez de entregarme todo junto hacia el mundo.

Aborrezco a la gente escandalosa. Me alejo de la multitud y el estruendo. Desprecio a la gente que quiere imponerse a través del ruido. Al lado de la iglesia de la colonia El Reloj, tres mujeres cantan afuera del bar encima de la voz de Pedro Infante (“te vi sin que me vieras, te hablé sin que me oyeras, y toda mi amargura se ahogó dentro de mí”). No existe sed que no me haya hecho daño.

Un pensamiento recurrente: Si sigo vivo es porque algo me ha salvado. Es increíble que la piel se oxide y en estos últimos días, a cada movimiento, tengo la sensación de estarme despidiendo. Y de volverme a formar. Tengo la fantasía de ser atravesado por el impulso de silenciosos dioses suaves. El sueño secreto de convertirme en una tranquila presencia tenue que comienza a flotar. 

Hugo Roca Joglar


  • Hugo Roca Joglar
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