Sobre el perro callejero

México /

I

Los perros fueron lobos que renunciaron a la vida salvaje para vivir al lado de humanos, quienes los protegieron y amaron. Los perros callejeros son canes sin humano, y por lo tanto mutilados: incapaces de vivir por sí mismos. Esta incapacidad no es física, sino emocional: su naturaleza es adorar a una persona y su máxima felicidad consiste en obtener el cariño de ésta; ser su mascota, habitar el mismo hogar. Si un animal no consigue la vida en común con mujer u hombre, su existencia en la calle está condenada a marginalidad y sufrimiento.

II

En Ciudad de México viven 200 mil perros callejeros —de acuerdo con el último informe de la Secretaría de Salud— de los cuales cerca de 140 mil (70 por ciento) están enfermos. La mayor parte de sus afecciones son causadas por parásitos; dentro de los comportamientos parasitarios, por cruel y salvaje, destaca el del ácaro (causa de sarna): excava túneles bajo la piel y provoca una comezón dolorosa y angustiante, haga lo que haga el can (morderse, rascarse o revolcarse en la tierra), el dolor no se irá; habitará su cuerpo con la inexorabilidad de una condena.

III

Los humanos chocan con respecto al perro callejero: los compadecen, los aborrecen o permanecen indiferentes. Entre los dos primeros grupos se practican acciones radicales: adoptar o envenenar. Cuando en una sociedad surgen comportamientos irreconciliables, es necesario que intervenga el gobierno para controlar la situación y evitar posibles enfrentamientos.

Hay 200 mil perros callejeros; humanos que los acogen en sus casas contra los que los maltratan. Ante esto, los gobiernos de Ciudad de México en la última década han adoptado una postura inútil, onerosa, insalubre y sanguinaria: de 2007 a 2016 se sacrificaron 77 mil 2017 canes callejeros (datos de la Secretaría de Salud) con un costo de 87 millones 788 mil 50 pesos (la eutanasia canina cuesta mil 500 pesos).

Los perros sacrificados en la capital son enviados a un relleno sanitario —la estación de transferencia de derechos orgánicos e inorgánicos, en Xochimilco— donde sus restos putrefactos contaminan los mantos freáticos.

IV

La única posibilidad de sobrevivir que tiene un perro callejero es formar parte de una jauría y así, junto con otros perros callejeros unidos por una noción canina de pandilla, defenderse de miedo, hambre, enfermedad, angustia, frío, tristeza y muerte.

Para una jauría, el humano es enemigo. Sin embargo, en la intimidad de cada perro callejero el humano sigue siendo la máxima aspiración de su vida. Es algo que debe llevar oculto en su interior e intentar realizarlo en secreto, cuando esté solo y pueda acercarse a mujeres y hombres por su cuenta.

Pero la inclemencia de la vida en la calle, va enterrando en el corazón del perro callejero su sueño instintivo hasta desaparecerlo. Y este animal termina aplastado por el peso de su trágica e inevitable realidad: nunca tendrá humano ni hogar.

  • Hugo Roca Joglar
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