El enmascarado que diseña, pinta y es coleccionista

Ciudad de México /

Es artista y coleccionista de pequeñas figuras y máscaras originales de luchadores clásicos. Su taller está repleto de vitrinas y estanterías con figurillas que envidiaría cualquier aficionado a esta diversión en la que es necesario invertir mucho tiempo, dinero y esfuerzo. Hablamos de Golgo, artista multidisciplinario y diseñador de marcas; un artista que se inclina por el hiperrealismo, la pintura al óleo y la escultura. Es, como muchos de su especie, autodidacta. Reflexivo y de voz es pausada, pero no inseguro. Su rostro es cubierto por una máscara.

Empieza a dibujar a los 7 años. Después todo se va conjugando. Junto a su admiración por los renacentistas y los enmascarados.

Pero hablemos de su afición como aficionado al coleccionismo. Es lo que más se ve en su casa-estudio.

—¿Una actividad paralela?

—Siempre ha ido de la mano el coleccionar con lo que hago, porque al final lo que colecciono son figuras de acción y parafernalia de personajes de cultura pop; de hecho es lo que en mí, cómo decirlo, desencadena esa curiosidad por las artes, para expresarme, y eso viene desde los comics, desde el cine.

Muchos de estos personajes de los que está rodeado siempre lo han acompañado; otros han sido comprados con el correr del tiempo. Desde niño fijó su mirada en las figuras de acción articuladas que le permitían manipular y también dibujar.

—¿Y por qué la máscara y por qué Golgo?

—¿Por qué la máscara y por qué Golgo? Empecemos en ese orden. La máscara viene de dos situaciones. Una, me encanta la lucha libre. O sea, todo lo que la engloba, obviamente, pero no tanto el deporte. La máscara viene de este ídolo que tengo desde la infancia, que es Mil máscaras.

Y es que de joven hizo muchos grafitis en la calle. Andaba a salto de muro. Entonces se enjaretaba una máscara para que no lo reconocieran. Desde entonces.

—Fue en comienzo…

—Sí, un día se me ocurre una idea: “Me voy a comprar una máscara afuera de la Arena México, una de Mil Máscaras”. Y me empieza a gustar usar máscara. Se me hizo fácil y curioso, porque además me sirve para rendir tributo al ídolo de mi infancia.

Y diseña su propia máscara.

—¿De dónde viene el nombre?

—Golgo viene de dos lugares: el nombre como tal viene del Monte Gólgota, que es donde crucificaron a Jesucristo, mas no tiene relación; la realidad es que viene de un personaje de una animación de los setenta, que se llama Golgo 13, donde el personaje…más bien yo me parezco al personaje.

—Ahora, bien, tú eres un privilegiado.

—¿Por qué?

—Porque haces lo que te gusta y te pareces a un personaje, como dices, y entonces copias su imagen. Pero además, no solo eso: tienes acercamiento con tu ídolo.

—Sí, claro.

—¿Cómo conoces a Mil Máscaras?

—Pues por azares del destino, por los contactos, por amigos, y no nada más conozco a él, sino a más luchadores, porque alguna vez con mi amigo, en un evento de lucha libre en Tlalpan, se da la relación. De esto hace como 20 años.

Y no solo se conocen, sino que hasta la fecha trabaja para él, haciendo diseño alrededor de las máscaras.

—Pero volvamos a una de sus principales actividades: el coleccionismo.

—¿Por qué colecciono? Fíjate que nunca le había llamado coleccionismo, hasta que de repente me vi rodeado de juguetes y figuras de acción y parafernalia.

—Cómo le llamabas.

—Simplemente guardaba recuerdos…

—Es que así se empieza, ¿no?

—Pues no sé si así se empieza o que le pase a cualquier persona, pero a mí en lo particular era por preservar memorias. No sé…un soldado de Vietnam. Bueno, hasta hoy en día me sigue gustando la película Pelotón, por ejemplo.

En las vitrinas hay de todo.

De un objeto se derivan otros, como son los personajes de películas clásicas, figuras de soldados que pelearon en Vietnam, del Llanero solitario y su amigo Toro, de viejas series televisivas, de historietas, y otras máscaras originales de Huracán Ramírez y de Espectro. Imposible especificar el mundo de este artista que ahora mismo prepara una exposición.

Y por eso junta las partes de un juguete por aquí y otro por allá, los suelda o los ajusta.

—Te obsesionas.

—No es obsesión, nada más es hacer las cosas bien; o sea, te lo voy a poner así…

—Perfeccionista…

—Es que tampoco, porque la perfección no existe. O sea, más bien, lo único que estoy haciendo es un trabajo museográfico: dejar las cosas como salieron; o sea, restaurarlas.

—Entonces hablemos de restaurar.

—Sí, porque si uno colecciona algo antiguo, pues el chiste es dejarlo como salió de fábrica, y esa es mi contemplación de todo esto; voy juntando recuerdos y momentos de la vida, para no perderlos; al final es un juego de memoria. A eso es lo que juego…

—Nunca estás quieto.

—No, no puedo parar; o sea, ahí sí traigo una onda de estar en movimiento todo el día y siempre haciendo movimientos hacia adelante; si no, me desespero.

Y en eso está Golgo.

Es el hombre que de niño comenzó a dibujar y de joven a intervenir paredes y que al final diseñó su propia máscara para homenajear a sus ídolos y esconder su rostro por temor a que lo identificaran cuando andaba a salto de muro.


  • Humberto Ríos Navarrete
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