El valle de las focas y Dr. Simio

Ciudad de México /

Forman hogueras con sus uniformes al salir de prisión. Es un ritual para decir que nunca más volverán. También lo practicó el artista Francisco Vázquez Nieva, Dr. Simio, quien durante 16 años retrató lo que sucede en reclusión, incluidos esos vagabundos que deambulan como zombis y acostumbran reunirse en una zona llamada El valle de las focas.

Él visibilizó a esos seres que caminan sin rumbo por los patios y rincones de reclusorios. Son como los sin techos de la urbe; la diferencia es la cárcel. Éstos traen un costal con exiguas pertenencias. Lo básico para acampar donde les agarre la noche o el cansancio. Sólo se forman a la hora del rancho. Es decir, cuando reparten la comida a los internos.


Las historias están plasmadas en una exposición de 50 cuadros, titulada Sueños caneros, donde sobresale la obra de Vázquez Nieva, quien estuvo por un delito que no quiere recordar; lo importante es su experiencia como artista, lo que imaginó durante su encierro, como ese largo lienzo donde hay una ventana en un muro, plantas y flores y otros objetos que solo estaban en su mente y la de sus compañeros.

Entre sus pinturas están dos obras ganadoras en concursos. Destaca ese colorido collage que da forma a una guitarra que luce la figura de un ojo en el centro; una obra que obtuvo el segundo lugar durante el concurso que periódicamente apadrina el rockero Álex Lora.

—¿Por qué Sueños caneros?

—Yo también soñaba; diario soñaba con la libertad; igual esta gente que yo veía, la que estaba en la calle durmiendo mal; creo que esa fue una fuga; el dormir allá dentro es una fuga; irte a otro mundo, porque cuando sueñas te vas a donde tú quieras.

—¿Y por qué Dr. Simio?

—Porque antes —sonríe— era Changuito y hubo una evolución.

—¿Por qué Changuito?

—El Changuito, híjole, Changuito fue cuando llegué a reclusión. Decían que parecía changuito, ja,ja, ja.

—¿Cuánto tiempo estuviste en reclusión?

—16 años. Tengo 38. La mayor parte de mi vida.

—Cometiste un error.

—Pues el destino y la vida me llevaron a ese lado.

—¿Y saliste?

—Apenas en 2020.

—Te encontraste con la pandemia.

—Me agarró adentro; casi estaba entrando la pandemia, cuando me dio y me tocó estar aislado Pero, bueno, aquí estamos.

***

Los cuadros de la exposición están en un espacio del Instituto de Reinserción Social de Ciudad de México, cuyos pasillos convirtieron en una sala de arte y donde su director general, Arturo Morell, montó una instalación permanente con fotografías de fogatas y montones de uniformes beige chamuscados, propiedad de ex convictos.

El también dramaturgo recuerda que cuando él llegaba a ensayar con su compañía de teatro al interior de los centros de reclusión veía ropa quemada, por lo que empezó a preguntar de qué se trataban. “Es que la gente, cuando sale libre —le decían— quema su ropa, para ya no regresar”.


Por lo tanto, la ropa quemada es real, comenta Morell, pues se trata de la que usó un chico que permaneció en reclusión. “Es algo que sensibiliza mucho a la gente sobre la importancia de cerrar un paréntesis en tu vida cuando sales de reclusión”, añade quien colocó una frase en la pared: “Quemé mi ropa para volver a empezar”.

—¿Qué significa?

—Sintetiza lo que mucha gente quiere hacer cuando sale de reclusión, pero que también puedas hacerlo en cualquier momento de tu vida.

Y de la instalación permanente habrá que volver la mirada hacia la obra plástica. El funcionario, quien ha sido promotor cultural, explica:

—La obra es muy representativa, mucha es realizada en reclusión y algunas otras en libertad. Cuando hablamos con las personas liberadas, se les dice: “Este espacio no fue construido para ser una galería, pero lo transformamos en una galería”. “Tú puedes transformar cualquier espacio en lo que tú quieras”.

—¿Qué otro significado tiene?

—Pues de no echarle la culpa a lo que viviste o victimizarte, sino transforma tu zona. Nos da mucho gusto que los artistas reciban este espacio, compartirlo con más personas liberadas.

Los cuadros, alrededor de 100, están realizados con varias técnicas, como collage, óleo, dibujo, lápiz, entre otras.

***

Y uno de los casos más significativos es el de Francisco Vázquez Nieva, alias Dr. Simio, quien retrató a los personajes más recurrentes de su entorno.

“¿Por qué Sueños caneros?”, se pregunta Vázquez Nieva. “Porque estoy plasmando mi vivencia, que eran los sueños de libertad, la esperanza, para darle conocer a la gente que ya nada más te llevan a la cárcel y ahí quién sabe qué pasará, ¿no?”


Y llaman la atención esos personajes que en sus Sueños caneros parecen estar en segundo plano, pero que Vázquez tuvo el tino de visibilizarlos en su obra, la mayoría a lápiz, algunas como si se trataran de siluetas humanas.

“Aquí es otro mundo retratado”, reflexiona, “y yo empecé retratando a los vagabundos, porque hay mucha gente que está de indigente allá adentro. Me llamaba la atención que anduvieran vagando”.

—Y por eso…

—Entonces por eso salió Sueños caneros. Por esos compañeros que tenían esa experiencia, pero más under, ¿no?, porque era un poquito más pesado para ellos.

—¿Por qué existen esos personajes subterráneos en las prisiones?

—Los vagabundos son gentes que no pueden adaptarse al lugar y decidieron seguir su vida…como en la calle.

—Y tú los observabas.

—Sí, los observaba. Había un lugar muy peculiar en donde se juntaban mucho. Era un campo de futbol y ahí, en unas gradas, se iban a dormir. Le llamaban El Valle de las focas. Así les decían porque los veías… como una foca, muchas focas, pero de humanos.

—¿Y luego? — se le pregunta

—Y pues de ahí nos seguimos con parte de esta vivencia que era también la comida, ¿no? Como un bodegón, ¿no? Con toda la fruta. Aquí también tenemos El bodegón canero. El desayuno, la comida y la cena.

Y ahí están las imágenes de utensilios y cacharros donde servían el café, que no era café, dice, y la comida que ellos llaman el rancho.


“Como aquí podemos ver —describe—, pues era el desayuno: un bolillo, una naranja y algo que le decían café, pero era un poco de agua caliente con tortilla quemada y pinole; en la comida, una pieza de pollo, una tortilla, algo de arroz; y la cena, pues un poquito de galleta, si te tocaba ese día, leche y se acabó, y algo de té”.

Y así va describiendo sus cuadros, muchos en hojas de papel, hojas de libretas viejas en las que reflejó el mundo carcelario; aunque otros cuadros se perdieron, pues en una ocasión le avisaron de sopetón que lo cambiarían de reclusorio, sin darle chance de juntar sus cosas.


  • Humberto Ríos Navarrete
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