El vinilo no ha muerto…

Ciudad de México /

Blues, jazz, grandes bandas y rock. Es lo que ha escuchado este hombre desde que era niño. Miles de acetatos abarcan el espacio marcado con el número 12 de la calle Mesones, Centro Histórico, donde también sirve de escenario para que cantantes autografíen discos de vinilo.

Y es aquí donde se comprueba que el vinilo no ha muerto. Lo confirma el propio Jesús Chowell, dedicado a vender discos y tornamesas, en especial lo primero, ya que ha sido coleccionista la mayor parte de su vida. Su existencia y resistencia lo dicen todo: el hombre tiene 79 años.

Lo importante es tratar bien al comprador, “como amigos”, aunque también llegan clientes que se la pasan probando discos sin comprar nada. Es cuando lo sacan de quicio; pero son pocos, aclara con voz baja Jesús, quien sabe bien en dónde está cada material entre hileras y rimeros.


“Me gustaba la música que se escuchaba en casa, como las grandes bandas y los cantantes americanos, música de los cuarenta, que hasta la fecha me encantan”, relata quien nació en la colonia Romero Rubio, donde había una tienda de discos, como las hubo en otras zonas de la ciudad.

En su negocio, donde tiene una cabina transparente con verificadores de discos, Jesús Chowell menciona tres de sus cantantes preferidos: Louis Amstrong, Ella Fitzgerald y Ducke Ellington.

En su juventud solo compraba discos pequeños, pues hasta ahí llegaba su posibilidad económica. “Era para lo poco que quedaba”, dice.


—Y los empieza a coleccionar.

—Lo que pasa —responde con voz pausada— es que el disco siempre me ha gustado, pero llegó la cosa de la edad y pensé que si el gusto por la música es lo mío, pues voy a dedicarme a la venta de discos, ¿no?, y me empecé a desenvolver en esto.

—Y a vender discos usados.

—Pues sí, sí, la verdad, de segunda mano, porque son los clásicos que se escuchan mejor, no las reediciones…

El hombre insiste en que no ha sido posible sustituir el disco de acetato, esto cuando se le comenta que al parecer se ha puesto de moda el gusto por escuchar música en tocadiscos.


“No, jamás”, ataja, “el vinilo jamás se ha perdido; lo que pasa es que en nuestra ciudad se dejó de hacer porque entra el compacto, pero ¿por qué el vinilo se sigue buscando y el compacto no?”

—¿Cuál es la diferencia?

—El compacto es bonito, pero no es el mismo sonido del vinilo, porque se pierde el audio en muchos géneros o están muy mal grabados. Solamente el compacto de importación, pero repito: el disco jamás se perdió. Cuando salió el compacto, yo dije: y ahora qué voy a hacer, pero mira…

Y de pronto, para confirmarlo, gira el cuello alrededor de la esfera refulgente que da vueltas a pocos centímetros de su cabeza, como si estuviera en un antro de los años setenta.


***

“El coleccionista de discos siempre ha existido”, reitera Jesús Chowell. “Yo conozco mucha gente que toda su vida ha coleccionado y seguirá coleccionando, y jamás va a preferir un compacto que un vinilo”.

—¿No hay una moda retro?

—Lo retro sí existe —acepta—, porque a final de cuenta la gente que se deshizo de todo lo que tenía en cuestión musical de discos y aparatos, nuevamente anda comprando. O muchos se quedaron con los aparatos y vienen a que se les dé mantenimiento o a que se los arregle para seguir escuchando discos. Y muchos se arrepienten porque dicen: “Yo tenía todo esto y lo tiré” y ahora empiezan a comprar acetatos.

Entonces la nostalgia lo lleva al famoso tianguis El Chopo, años ochenta, al que muchedumbres iban a comprar vinilos. “Conozco mucha gente, dentro del medio musical, y creo que también me conocen, que han sido coleccionistas y siguen coleccionando acetatos”.


—Es que usted empieza muy joven.

—Toda la vida, le digo, y soy el único en la familia, porque a ninguno de mis hermanos se le pegó la nostalgia por escuchar de morrito lo que yo escuchaba en mi casa con mi jefe; solo quedó en mí y seguí en eso: rescatando esa música y a los cantantes; así me inicié.

—¿Y en cuestión de rock?

—Después empecé a encontrar otras cosas, como el rock progresivo italiano, un género muy cotizado y muy raro de ver.


***

En su negocio tiene de todos los géneros musicales: desde rock, baladas, rancheras, música popular, tanto de México como de otros países. “Por eso se mantiene uno, porque la gente viene a buscar lo viejito”, dice Jesús Chowell.

—Y es que hay para todos los gustos.

—De todo para todos. Y no lo va a creer pero a la gente le gusta mucho la tienda, le llama mucho la atención, sobre todo vienen a buscar música viejita. Por eso se mantiene uno, por lo viejito. Y es que si yo me hubiera dedicado a un solo género, pues no la armo, no la armo.

—Y también vende tocadiscos.

—Todas estas tornamesas, sí, y amplificadores; también mezcladoras; de todo un poquito, le digo. Ya no cabemos aquí.

Y sí: en todos lados hay discos. Incluso afuera hay un cobertizo


—¿Cuántos discos tendrá aquí?

—No le podría decir, porque tengo discos encajonados, bastantes cajas allá dentro, hasta en el baño; la verdad, es una locura. Si yo te dijera que todo lo que tengo lo voy a vender, es muy difícil; por eso yo me he puesto a pensar: ¿Y después de esto, qué sigue?

—El síndrome del coleccionista.

—No sé cómo se pueda llamar. ¿Hartazgo? Igual, en mi casa me dicen: “No compres, por qué compras tanto, ya no compres”. Por ejemplo, mire ese joven, lleva ese disco de Ray Coniff de allá afuera, es un clásico: veinte pesitos.

Los precios también varían, dependiendo del grupo musical o el cantante; por eso se le pregunta cuál es el disco más caro; entonces mira hacia arriba y suelta: “Mire ese de Nirvana: vale mil 500 pesos”.

—¿Y otros?

—Pues se cotiza Pink Floyd; el rock mexicano, como Three Souls, y así, hay otros muy cotizados. Por ejemplo uno de Thalía —y señala con el dedo índice— vale dos mil pesos, y así…de Maldita Vecindad, Café Tacuba, Jaguares, Caifanes, todos ya cotizan.


—En esa escala.

—Y no es que los cotice uno, sino que es a nivel mundial.

—Usted también cotiza en la bolsa…— se le pregunta y sonríe.

—Pues sí te metes a internet y checas cómo están los precios, te vas a encontrar con que unos los tienen en 500, otros en 300, entonces usted promedia, nada más. Mire ese de arriba de Luis Miguel. Vale mil pesos.

—¿Y cuál sería la joya de la corona aquí?

—Pues los que le estoy mencionando, porque los discos de High Energy también se cotizan demasiado. Bueno, hay locos que por un disco piden hasta cuatro mil pesos.

Jesús Chowell también comparte su afición por la pintura, como lo muestran esos cuadros al óleo, que forman parte de unos 400 que ha pintado hasta ahora. “Es algo que ya lo trae uno; es como el que toca la guitarra sin maestro; yo, desde siempre he pintado, pues he tratado de proyectarme. Me gusta mucho el arte: la pintura, la escultura, todo ese rollo”.

—Tiene dos pinturas de Divine.

—Divine, travesti— dice al referirse a Divine, personaje famoso que se caracterizaba de drag queen—, un ícono del High Energy.

Y aquí estará Jesús, entre discos, tornamesas y reproductores; en medio de esta decoración diseñada por él, siempre envuelto por la nostalgia que comparte en su negocio de la calle Mesones.

“Esta es la motivación de vivir —dice Jesús Chowell con dejo nostálgico—, porque, desde que uno se levanta en casa, poner música y acostarse con música, es un alimento muy necesario”.

Humberto Ríos Navarrete

  • Humberto Ríos Navarrete
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