Entre el Arte culinario y el arte plástico

Ciudad de México /

En el centro de Coyoacán hay un restaurante de fachada sencilla donde venden comida oaxaqueña; y si usted avanza más en su interior, hasta llegar a la cocina, pronto percibirá un aroma a comida ancestral y también descubrirá un tesoro artístico.

Y usted tiene necesidad de entrar a los sanitarios deberá caminar al fondo y a la izquierda, como es tradición en cualquier establecimiento, con la diferencia de que aquí pasará por detrás de unos biombos… coloreados por un artista.

Es posible que se detenga y comience a observar con cuidado desde la entrada en esta sala, si es que no lleva tanta prisa, y entonces se percate de que, además de la degustación de platillos, sus sentidos lo llevarán a la contemplación de obras plásticas que para otros comensales quizás pasen inadvertidas.

Y es que aquí todo es de Oaxaca, empezando por los socios de este restaurante y los autores de las obras, con la peculiaridad de que la mayoría de los pintores fueron alumnos de Rufino Tamayo.

Por eso existe en esa entidad un dicho que reza: “Si levantas una piedra, encuentras un artista”.

—¿O no?— se le pregunta a la chef Nax Pérez Anaya, quien de inmediato responde:

—Pero también levantas una piedra y sale una cocinera.

Y entonces suelta la carcajada esta amable mujer, quien de inmediato accede a platicar sobre la peculiaridad de este lugar.

Porque aquí fusionan el arte culinario con el arte plástico, pues el comensal tiene la opción de saborear sus platillos entre pinturas.

La casa está en la calle Felipe Carrillo Puerto número 54, alcaldía Coyoacán, donde aguarda Naxhieli Pérez Amaya, a quien se le pregunta sobre esta experiencia.

—¿Qué se siente estar en esta cocina junto a esta sala de arte?

—Para mí es una experiencia nueva; no había tenido yo la oportunidad de conjugar estos dos elementos, algo muy atractivo para las personas, porque podemos fusionar todo lo que es el arte culinario con el arte gráfico.

El propietario de las pinturas y socio del restaurante es Ángel Díaz Ortiz, quien ha coleccionado obras desde hace años.

—¿Quién es Ángel Díaz Ortiz?

—Abogado nacido en Oaxaca— responde presto.

—Y con un inmenso amor por el arte— se le comenta.

—Yo pienso que en general los oaxaqueños traemos algo de arte en la sangre —añade con voz templada.

—Es algo natural.

—Es un ADN que traemos. Todo lo vemos en función del arte. Para nosotros la comida es arte.

—Claro, porque esta galería está en un restaurante.

—Exacto. Aquí conjugamos el arte plástico oaxaqueño con el arte culinario oaxaqueño. Esta es la casa del arte oaxaqueño.

De entrada, se observa, está la obra de Raferte Ortiz Gris, originario de la Sierra de Oaxaca.

—Un artista prolífico

—Él es un pintor ya conocido, un artista muy versátil, porque también es escultor.

—De él hay aquí una escultura muy significativa— se le comenta mientras observamos la obra, montada del lado derecho, antes de entrar a la sala principal.

—En efecto —describe Díaz Ortiz— es una escultura donde utiliza dos iguanas que se funden y se traducen en seres humanos y concluyen en dos mujeres.

Del mismo autor hay un fragmento de mural que representa a la Justicia en la figura de una mujer, pero sin venda en los ojos, como es normal representarla. Luego, una pieza de Rodolfo Morales y otra de Arnulfo Aquino.

“Es un proyecto con el tema de la Justicia, y en ese mural la pinta con la visión que tiene. En principio dice que la Justicia tiene los ojos no vendados porque sabe perfectamente bien si resuelve a favor de A o resuelve a favor de B”, explica quien fue ministro. “Y también tenemos unos biombos y unos fragmentos”.

Y en seguida, todas juntas, las obras de quienes fueron discípulos de Rufino Tamayo.

“Esta sala, la sala principal, tiene diez diferentes obras de diez pintores oaxaqueños actuales”, informa. “Todos ellos, en algún momento, fueron alumnos del maestro Tamayo”.

Y es que cada vez que Tamayo llegaba a Oaxaca, recuerda el abogado, Nancy Mayagoitia, amiga del pintor, le preparaba tlayudas especiales y un taller con jóvenes estudiantes, quienes aprendieron a pintar de la mano de célebre artista oaxaqueño.

“Por eso todos ellos, de a alguna manera, tienen una herencia del maestro”, destaca Díaz Ortiz, quien recuerda:

—Por eso Nancy dice: “Vamos a hacer que estos alumnos de Tamayo se expresen y saquemos la obra a la calle. Ese es el proyecto que tiene Nancy Mayagoitia.

Y entonces hojea un libro, donde además de estos 10 alumnos hay otros 20, todos coordinados por Nancy Mayagoitia, que hicieron esculturas de sandías, una muestra que fue presentada en diferentes plazas del país con el título de Tamayo en la calle.


  • Humberto Ríos Navarrete
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