Jimmy Mcfly, de oficio caracterizador, sabe que en México la realidad sobrepasa la imaginación, pues grupos de la delincuencia compiten en niveles de ferocidad, ya sea por las prisas de los ajustes de cuentas o porque quieren dejar un rastro de sus crímenes; o sea, un mensaje.
Nada que ver cuando Jimmy era un niño, pues en aquellos tiempos había cierta precaución: los cadáveres de personas asesinadas en la calle eran tapados con sábanas blancas, de modo que los curiosos solo podían ver un hilillo de sangre, una parte del cuerpo o un pequeño charco.
El caso de El Pozolero lo impresionó mucho, porque hasta cierto punto le parecía ficción; no lo podía creer, aunque sabía que era real. Lo veía de lejos. “Deshacía partes del cuerpo en ácido y parecía que estábamos hablando de Masacre en Texas”, dice. “Recuerdo que decían que los dientes se quedaban en la coladera porque no se deshacían con el ácido”.
Había escuchado hablar de ese caso, muy sonado, y de otros, pero no imaginaba el grado de salvajismo; no, hasta que leyó los guiones para ver de qué trataba la película, con la idea de ambientar las escenas y familiarizarse con los elementos de la historia. Entonces confirmó que era algo real. Él y sus compañeros quedarían pasmados.
Era la historia de Santiago Meza López, de oficio albañil, apodado El Pozolero, detenido en 2009, a quien se le atribuía haber disuelto con sosa cáustica 300 cuerpos de personas desaparecidas en Tijuana, Baja California, durante los primeros años de la llamada guerra contra el narcotráfico. Los cuerpo eran diluidos en tambos.
Para la realización de la película que lleva el apodo del criminal, comenta Jimmy Mcfly, hizo un tronco humano que simula una de las víctimas derretida en ácido. El director del filme también pidió que hiciera torsos, brazos, cabezas, pies y otras partes.
“El punto era que una de esas piezas pudiera meterse en algo que pareciera ácido y se derritiera; entonces, cuando lo vimos grabado, se veía muy bien; sin embargo, la censura no lo dejó sacar aquí en México; me dicen que eso sí salió en Estados Unidos...”.
Jimmy Mcfly, quien tenía 24 años en 2009, cuando se supo lo que el delincuente hacía con los cuerpos, vuelve a recordar algo que no se le borra de la memoria: “Decían que los dientes se quedaban en la coladera porque no se deshacían con el ácido”.
Y acepta:
—Hubo un tiempo en que nos creó como cierto pánico ver tantos videos en canales de internet con asesinatos de narcos.
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Su nombre es Jaime López Nieto. Nació en Ciudad de México un año después de los sismos del 85. Desde niño desarrolló un gusto por el cine y las artes plásticas. Era fanático del cine de ciencia ficción y de terror.
Pronto descubrió lo que llama “la magia” que pasaba detrás de una filmación, gracias a programas televisivos donde transmitían la realización de los efectos especiales, los personajes, las criaturas, la escenografía.
También le gustaba jugar con plastilina, pintar, dibujar y hacer disfraces para los días de Halloween y de muertos.
Su afición lo llevó a estudiar la carrera de diseño gráfico, misma que terminó y, atrapado por lo que hacía de pequeño, condiscípulos universitarios lo llamaron a colaborar en una empresa televisiva.
Les contó que siempre había soñado con aprender cómo se hacen los efectos especiales, así como el maquillaje de los personajes y las caracterizaciones. Todo eso lo había visto desde la infancia en programas especiales dedicados a lo que llaman detrás de las cámaras.
Y era lo que hacían sus amigos.
Entonces formaron un grupo y trabajaron en películas del género de horror, como Atroz, de Álex Ortega; Histeria, de Carlos Meléndez; Scherzo diabólico, de Adrián García Bogliano; México bárbaro, partes 1 y 2, entre otras, y también para la televisión, en la parte de efectos especiales y utilería, como en la serie El Señor de los Cielos.
—¿Y por qué Jimmy Mcfly?
—Pues viene de dos cosas que me gustaban de chico: mis compañeros me decían Jimmy, porque me llamo Jaime, y Mcfly, porque soy fan de la película Volver al futuro. Una cosa llevó a la otra y terminé siendo Jimmy Mcfly.
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Jimmy Macfly sabe que es importante ser observador para hacer caracterizaciones. Recuerda que compraba periódicos y revistas de nota roja y veían canales de internet donde salían asesinatos del narco.
En México ha crecido la producción de cine de horror y el trabajo de quienes se dedican a maquillaje y caracterizaciones, como el propio Mcfly, que ha estado en varios proyectos.
En Histeria, una de las películas en las que participó, “hicimos una mano que la martillaban, y conforme la machacaban, iba moviendo los dedos; la mano era de silicón. Entonces termina destrozada y aparte tenía que salir sangre. Sí, era un efecto complicado; de lo más complicados que me ha tocado”.
En El Señor de los Cielos estuvo en el área de utilería y en efectos especiales; pero una de las que le trae gratos recuerdos, dice mientras sonríe, es la película Atroz.
—¿Por qué?
—Hay una escena en la que teníamos que hacer el corte de un pene y un aplique que tenía el actor. Me tuve que maquillar la mano del color del actor, me puse unos tatuajes y una pulserita para que pareciera la mano de él, y entonces corté el pene; salía líquido y sonaba; al final, el chico del boom, cuando dijeron “corte”, corrió al baño y al salir me dijo: “En todos los años que llevo haciendo boom y sonido, nunca me había tocado ver algo que me diera tanto asco y que tuviera que correr al baño”.
Y también hizo un tzompantli, que es con el que empiezan los cortometrajes. “Es una pared que tiene un montón de cabezas, porque según es un tzompantli que hicieron unos narcos”.
—¿Crece el número de aficionados al cine de horror?
—Sí, bastante, y como que a veces la gente quiere más. Me ha tocado ver películas en las que yo, trabajando en ellas, sabiendo los trucos y todo, a veces me terminaba dando un poco de desagrado, y había gente que quería más.
Sin embargo, añade, “también le encontramos el lado divertido a la situación. A veces el cine de horror suena como que la gente se la va a pasar mal, pero a mí me ha tocado que mucha gente sale atacada de la risa. O sea, sí hay gente que entiende que es un truco y que a veces le causa gracia, y a veces que a ese truco no le entienden y es cuando les da como temor, como no saber qué se hizo que se cortara un dedo”.
—¿Y cómo está la competencia?
—La competencia creció bastante; yo, cuando empecé, hace ocho años, estaba catalogado de los más chicos en el medio; ahorita hay mucha gente, porque vino el boom de The Walking Dead, marchas zombis y todo eso que hicieron aquí y a mucha gente le llamó la atención esto de la caracterización, de efectos especiales prácticos, como la utilería; también ayuda mucho que a las nuevas generaciones les gustan las convenciones de cómics y también ahí entra un poco meter utilería.
Este es el lugar de trabajo de Jimmi Macfly —rodeado de pinturas y piezas utilizadas en películas, como un torso, tintas y diversos utensilios—, quien moldea piezas que dan forma a personajes en historias de terror.