Tecámac: los rostros del crimen

México /

Los dos últimos pasajeros entran al colectivo poco antes de que éste acelere. Toman asiento. El sujeto joven se alza la sudadera, saca una pistola escuadra de gran tamaño y la mueve hacia todos lados, sin precaución, mientras exige al chofer conducir y no desviar la ruta ni hacer nada que lo convierta en un héroe. Su cómplice recolecta el botín. Pasan segundos y alzan la voz. Los pasajeros se ponen nerviosos y estrujan sus bolsas.

—¡La cartera, amiga, la cartera!

—Cuál.

—¡No te hagas pendeja!

El que habla está armado. El cómplice es menos duro y más inseguro. Por eso hay tiempo para resistirse. El que mueve el pistolón le exige la bolsa a otra pasajera, ella se niega y el delincuente se la arrebata y la zarandea.

—Y pásame el teléfono.

Y más gritos.

—¡Quieres ver que te meta un plomazo!

—Oyes, pero...

—¡Quieres ver que meta un plomazo!

El despojo continúa.

Tienen prisa.

—¡A ver quítale la mochila a ese güey!

Y el otro se mueve, pero el pasajero se resiste y apretuja lo que es suyo, hasta que siente el cañón de la pistola a unos centímetros.

—A ver, la otra.

Y una pasajera más.

—¿Te vas a llevar mi mochila?

La víctima, temerosa, lanza la pregunta y angustiada espera una respuesta, pero no le hacen caso. Los dos asaltantes le ordenan al chofer detenerse. Bajan. La dueña de la última bolsa se inquieta y cambia de asiento. Está cerca de la puerta. Se cubre la cara. Comienza a moverse. Intenta bajarse para seguirlos, pero se arrepiente. Se toca la frente y exclama:

—¡Hijo, la van tirar por ahí!

Y coinciden los demás:

—Ya se fueron en la moto.

—Es que ahí traigo mis productos.

—Sí, pero se fueron en la moto.

—Oiga, bájeme aquí.

—Como usted quiera, pero...

Los demás apechugan.

Es solo un ejemplo de lo que puede suceder en cualquier momento a bordo de un vehículo de pasajeros.

El pánico se apodera en el interior de camiones o camionetas donde el chofer también debe obedecer.

Robo de autos, ajuste de cuentas y derecho de piso son algunos delitos que suceden en el municipio de Tecámac y otros conurbados; sobresalen asaltos a bordo de colectivos que salen de paraderos de Ciudad de México.

Y también relucen armas.

***

Ocurrió el pasado 21 de maro en un lugar cerrado. Quizás un cuarto. Una supuesta policía interroga con voz segura a una mujer de tez blanca, sobre una pared, la mirada frente a la cámara. En este video no le cubren el rostro; en otros, aparece con una franja negra.

—¿Cuál es tu nombre?

—Monserrat.

—¿Qué edad tienes?

—26 años.

—¿Cuál es tu domicilio?

—Héroes de Tecámac

—¿Tu estado civil?

—Casada.

—¿Nombre de tu esposo?

—Christopher Giovanni.

—¿A qué se dedica tu esposo?

—Al robo de vehículos.

—¿En cuántos eventos ha participado?

—En 15.

—¿Sabes a qué banda pertenece?

—No.

—¿Quién es el líder o con quién trabaja?

—Con un chico que se llama Éber.

En el mismo video se escucha la voz grave de un supuesto policía que interroga a un presunto delincuente que viste camiseta; brazos y antebrazos tatuados.

—¿Cuál es tu nombre?

—Christopher Iván.

—¿Cómo te apodan?

El Pego.

—¿Qué edad tienes?

—26 años.

—¿Cuál es tu domicilio?

—Bosques de Tecámac.

—¿A qué te dedicas?

—Al robo a vehículos.

—¿En cuántos robos has participado de vehículos?

—En más de 15 ocasiones.

—¿Qué tipo de vehículos son los que roban?

—Versa, Renault...

—¿De qué empresa?

—De Uber.

—¿Cuántos se roban en un día?

—Tres vehículos.

—¿En qué lugares son los que roban?

—En avenida Recursos.

—¿Con quién robas los vehículos?

—Con Éber.

—¿Cuánto te pagan por vehículo robado?

—Mil pesos, mil 500.

***

Sucedió en el bulevard Ojo de Agua, municipio de Tecámac, Estado de México. La mujer tenía dos meses de haber instalado una fonda. El local era rentado. Treinta días después se presentó un supuesto policía para cobrar 20 pesos diarios. Le dijo que era por su seguridad.

Pasó el tiempo y se enterarían que el mismo sujeto también le pedía al repartidor de agua, al dueño de la tortillería, al de La Michoacana, al de la ferretería y a otros. “Todos sabían que no era policía”, comenta una vecina.

Poco después, un par de jóvenes llegó a desayunar a la fonda; cuando terminaron, además de no pagar, le dijeron a la dueña que a partir de ese día tenía que darles tres mil pesos a cambio de “protección”.

La dueña, una joven cuya madre le había ayudado a poner el negocio, dijo que en ese momento no tenía dinero y que faltaba mucho para recuperar la inversión. Los delincuentes no pedían explicaciones.

—Bueno —dijo ella, acompañada de su hija—, entonces déjenme ir al banco porque no tengo efectivo.

—Está bien —le dijeron—, pero se queda tu hija.

Esa situación la puso más nerviosa, aunque la niña se quedara con la abuela. Regresó y les dio los tres mil pesos. Durante la noche habló con quien le arrendaba el inmueble y le dijo que iba a sacar la estufa, el refrigerador, las mesas y las sillas, pues ya no podía seguir pagando el alquiler.

Hace poco ella y su familia oyeron en el mercado de Ojo de Agua que comerciantes continúan pagando el llamado “derecho de piso”.

Y hace una semana, en la misma zona, vecinos escucharon varias detonaciones y creyeron que era el ruido producido por la maquinaria de construcción; otros, observaron que desde una camioneta, con cuatro individuos, le disparaban a dos jóvenes en un vehículo; uno de ellos quedó sin vida tras el volante; el segundo logró correr, pero no llegó lejos.

Desde fuera de su casa, una mujer, acompañada de su niño, pudo observar cómo acribillaban a su marido y su cuñado, quienes poco antes habían frenado para estacionarse. Sucedió en menos de 30 segundos.

  • Humberto Ríos Navarrete
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS