La fiera invisible

Ciudad de México /
Luis M. Morales

El amor nos vuelve principiantes perpetuos, torpes y trémulos. Pero, ¿quién está libre de ese tipo de ineptitud? Dice la leyenda que el mismísimo dios Amor, el gran experto, después de haber provocado los disparates de los humanos desde el principio de los tiempos, se hirió una vez con sus propias armas.

Apuleyo lo cuenta así: la joven Psique era tan bella que despertó los celos de la diosa de la hermosura. Sedienta de venganza, Afrodita pidió a su hijo Amor que con sus dardos hiciese a Psique enamorarse de un monstruo. Cuando Amor voló hasta ella empuñando el arco, se deslumbró, tembló, se hizo un rasguño con sus flechas y, a causa de ese accidente, amó por primera vez. Buscó a la mujer en la sombra del anochecer. Por miedo a la ira de Afrodita, le dijo que se encontrarían siempre en el secreto de la oscuridad absoluta, que Psique podría oírlo, tocarlo, acariciarlo, pero jamás verlo. Luego la envolvió con su cálido abrazo. Día tras día, en el corazón de las tinieblas, Psique experimentaba instantes de angustiosa felicidad junto al invisible visitante. Una noche ella no pudo más, encendió una lámpara y la levantó. Lo que contemplaron sus ojos fue “la más delicada y dulce de todas las fieras”, el dios Amor. Le tiembla la mano, oscila la lámpara y cae una gota de aceite hirviendo sobre el hombro de él, que, al sentir la quemadura, se despierta sobresaltado y escapa volando hacia lo alto.

Así, según el mito, es el amor: tanteos en la oscuridad y repentina iluminación, refugio y prueba, misterio que no se debe investigar, ciencia de la inocencia.


  • Irene Vallejo
  • Irene Vallejo Moreu es filóloga y escritora española.​ Por su libro El infinito en un junco​ recibió el Premio Nacional de Ensayo 2020 y el Premio Aragón 2021.​ Publica su columna Los Atltas de Pandora.
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