Más sobre mexicas, tlaxcaltecas y españoles

  • Ruta norte
  • Jaime Muñoz Vargas

Laguna /

Entre 2019 y 2021 Saúl Rosales escribió un amplio lote de artículos sobre la conquista de México y muchas de sus implicaciones históricas y culturales. 

Luego de esto reunió una buena parte de aquella producción y fue publicada por la UAdeC en el libro Malinche y la conquista de México (Saltillo, 2023, 171 pp.). 

Lo presenté en su momento, así que mi parecer quedó asentado en una recensión después incorporada a la columna. 

Aprecié y aprecio tanto el contenido de tal libro que llevé cuatro ejemplares a Chile y Argentina en abril-mayo de 2024, y mi deseo es que hayan quedado en manos que sepan valorarlo.

Pasados unos meses, Saúl ha organizado otro libro que asimismo es producto del trabajo por él acometido entre 2019 y 2021: 

El poder tras el trono de Moctezuma. Religiosos quasi una fantasia (Mango Verde Fondo Editorial, Torreón, 2024, 104 pp.). No es difícil afirmar que aquel par de libros podría ser considerado un mismo título dividido en dos salidas. 

El tema, el tono, la extensión de las piezas y la inteligente agilidad de los análisis permiten sentir un impulso afín en su hechura, una equivalente capacidad ordenadora, un estilo análogo.

El título de esta segunda parte de los asedios de Saúl Rosales al mundo de la conquista se justifica por el ensayo más largo del volumen; en efecto, trata sobre “El poder tras el trono de Moctezuma”, es decir, sobre la gravitación de los sacerdotes mexicas en todas las decisiones del tlatoani gobernante. 

Ceñido a las dos más importantes “corónicas” sobre las vicisitudes de la conquista, la de Cortés y la de Bernal, aunque también cercano a las articuladas por Sahagún, Durán, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y la del cronista anónimo, el escritor lagunero verifica que los “papas” (así denomina Bernal a los sacerdotes indígenas) tenían un ascendiente pesado e ineludible en los gobernantes, tanto que son aquellos los oráculos por quienes fluyen realmente todas las decisiones de índole política. 

Pese a su catadura astrosa —tal vez algo parecida a la de los locos/parias de las actuales urbes—, los religiosos apuntalan, gracias a su fantasiosa interlocución con las deidades, toda asesoría al poder civil. 

Esto lo vieron el soldado y el misionero español, quienes inconscientemente dieron prelación al clero indígena en cada enunciado enumerativo de sus relatos: al ponderar y describir por escrito cualquier encrucijada política, el testimonialista europeo primero distinguía y mencionaba a los sacerdotes, luego a los gobernantes/caciques y al final, si era necesario, a los guerreros.

Más cortos, los textos que siguen en el libro son aproximaciones a distintas escenas del mismo encontronazo histórico. 

Todas convocan la prosa divulgativa del autor torreonense, quien esquiva rebuscamientos o tecnicismos para, más bien, bordear cierto didactismo deseoso de aproximar remisos al conocimiento de la gesta protagonizada por mexicas, tlaxcaltecas y españoles.

En la mayor parte de los quince momentos del libro destaca pues el tratamiento de alguno de estos rubros: la guerra, los usos y costumbres indígenas y la herencia de la cultura precortesiana en nuestra actualidad.

Por todo, estas páginas son otra estimable invitación a rever la odisea de la conquista mexicana como lo que fue: 

el más asombrosa conjunción militar y cultural de arrojo, orgullo, resistencia, pasión y estoicismo que vieron en América los pasados siglos y no esperan ver los venideros.

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