Tradiciones en serie

  • Ruta norte
  • Jaime Muñoz Vargas

Laguna /

En noviembre tenemos dos fiestas, una religiosa y otra cívica. La primera, el Día de los muertos, pasó ya, y la segunda, el aniversario de la Revolución Mexicana, se conmemora hoy. 

Sobre el “día de finados”, como dicen en nuestros ranchos, se me quedó esto en el tintero.

Algunos amigos y otros no tanto me preguntaron antes del 2 de noviembre el significado del día de muertos y todo eso que, suponemos, es nuestro y se ve amenazado por el intruso Halloween. 

Dije lo que pude, siempre en la idea de que, si me dan a escoger, prefiero la ritualidad local que la forastera, pues más allá de que nos guste o no, es la que abraza elementos propios de la vida material de México. 

Sé que ahora son frecuentes los cruces, las mixturas, eso que deriva en lo que antropólogos como Néstor García Canclini llaman “cultura híbrida”, pero a fuerza de ser sincero creo que el Halloween es demasiado artificioso, ajeno y mercantil como para adoptarlo o siquiera mezclarlo con la tradición mortuoria nacional. 

La relación que el mexicano ha tenido con la muerte es suficientemente barroca como para añadirle ingredientes externos.

Ahora bien, lo que no me gusta es que, entre otras adulteraciones, algunos rasgos más o menos estandarizados del Día de muertos mexicano se vean atravesados por la mecanización, pues si algo agrada en un altar, por ejemplo, es que se le note “mano” o trabajo artesanal. 

Ahora más que en otros años, vi altares que sumaban cromos de imprenta con imágenes de calaveras nada creativas, o esto que me parece el colmo de la frialdad: papel picado hecho en serie, con dibujos perfectos, perforados seguramente con la técnica que en impresión es conocida como “suaje” o “troquel” (véase en la foto que son decenas de hojas de papel de China perforadas de un jalón). 

El chiste del papel picado es desafiar la creatividad de quien lo trabaja, propiciar en él un esfuerzo que dé como resultado figuras llamativas y coloridas hechas a mano, ar-te-sa-na-les. 

Lo que me apura, en suma, es que dentro de algunos años terminemos dependiendo de los chinos y sus materiales precocidos para mantener vivas las festividades que mejor nos pintan.


@rutanortelaguna

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