Uno creería que la cosecha de ministros nunca se acaba, pero ahora lo que no se acaba es la cosecha de desbandadas ministeriales. Ha sido, la verdad, una acción concertada, coreográfica, en la que nuestros ministros, absolutamente conforme a derecho, renuncian al cargo por la mejor de las razones, escapar de la sobrevalorada democracia. Y también darle la vuelta a la gran obsesión del comunismo de la 4T, ensartar a la Tremenda Corte en esa cosa espeluznante que se hace llamar austeridad republicana. O sea, cómo estaba eso de que hay que ser justos con el populacho, y no solamente con el machuchonerío y con los juniors tóxicos. Ya lo peor es que no los dejaron aplicarle a la Constitución una terapia de choque de inconstitucionalidad.
Eso sí, hay que reconocer que los de la banda de la toga y el birrete, de una manera muy elegante y sutil pudieron ocultar que su verdadero interés no era salvar del comunismo al Poder Perjudicial, sino rescatar sus jugosas prebendas, liquidaciones y pensiones. Y hasta para taparle el ojo al macho, doña Margarita Ríos Far-Heart, la ministra que reparte vistos buenos entre algunos periodistas como Lourdes Mendoza, fue anunciar que iba a donar sus emolumentos para alguna fundación, seguramente de perredistas caídos en desgracia, o de xochilovers sin chicle.
Es extraño que, hasta el cierre de esta columna que tiene algo de Cruz y del Pantera, Alcántara Guaguancó (el impulsor del sueño guajiro de una Tremenda Corte con derecho a legislar) se haya quedado a cuidar el changarro o a esconder en lo profundo las carpetas de los plutócratas que no quieren pagar impuestos y que deben estar juntando muchas cajas de huevo El calvario para sacar todas sus cositas.
Lástima que haya renunciado la ministra Piña dentro del marco del Estado de derecho, solo para no alimentar caricaturas, memes, gifs y sketches de Operación Mamut. Eso está bien, lo malo es que perdió la oportunidad de solidarizarse con la niña Esmeralda que estaba a punto de ser sometida a una terapia misógino-panista en Querétaro. Lo bueno que apareció la querida Citlalli Hernández para, a nombre de la presidenta Claudia Sheinbaum, explicarle al fiscal amigo del gober Kuri de Querétaro, que estaba jugando con el fuego de la misoginia, el machismo y el clasicismo al cebarse con la criatura a la que casi casi ponía al nivel del Mochaorejas y la Mataviejitas. Ya era hora de que desprotegieran al violador.
Esos ministros, ¿a dónde irán veloces y fatigados?