Quizá hacen mal lo griegos en oponerse a las medidas draconianas de la troika por dos principios fundamentales: la confusión y la ignorancia. Cuando eres un altísimo plutócrata y un capitalista notoriamente salvaje que para abajo no sabe mirar, y tus héroes son Gordon Gekko, Donald Trump, Angela Merkel, Lex Luthor y Rupert Murdoch, representantes de un humanismo basado en la lógica “matanga dijo la changa”, es difícil conmoverse ante los suplicios de un pueblo como el griego, que de haber votado por el Sí iba a terminar trabajando de jornalero en Baja California Sur. Sobre todo si tomamos en cuenta que la visión occidental de Grecia está muy distorsionada por la mitología y por el legado de Homero, quien con sus iliadas y odiseas dejó en el imaginario colectivo una visión muy particular de los helenos, haciéndolos pasar por gente muy resiliente, pariente.
Pero sobre todo se podría decir que de esto tiene la culpa Leónidas, el de los 300 de las Termópilas, cuya leyenda debió incrustarse en la mente de los regidores de la Unión Europea como el olor de los establos de Augias en la nariz de Hércules. Seguro que en las reuniones en el Fondo Monetario Internacional, mientras la señora Lagarde se toma su sesión en la cama de bronceado, se decían algo así: “Hombre, si 300 griegos aguantaron el ataque de los bien entrenados ejércitos de Jerjes, con bestias, monstruos y asesinos, seguro que pueden resistir nuestras exigencias de quitas y austeridades”.
No se les vaya a ir un lapsus como el de Rosario Robles, quien afirmó: “Los mexicanos tienen derecho al hambre… perdón, a la alimentación”.
La Grecia de hoy no es necesariamente la Esparta de ayer.
Pero claro, el voto generalizado por el No habla de que el espíritu de Leónidas puede instalarse en el corazón de cualquier chozno de Edipo, con la diferencia de que estos no se sacarán los ojos por las culpas de los corruptos, los pésimos gobiernos y la naturaleza fallida del Estado que abarató el Peloponeso y la demagogia, tanto como las pensiones de los jubilados.
Como quiera que sea, la troika debería saber que el peligro superior es el contagio. Si no aceptan condonar algunas deudas, liberar a los griegos del yugo, y proponer medidas que ni aprieten ni ahorquen, el NO podría multiplicarse de manera viral en todo el mundo donde estas políticas económicas hardcore se practican con cabalidad como en una hacienda porfirista con tienda de raya, caporales y látigos sin final feliz.
Esto no es Esparta, pero puede ser.
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