Lo mejor de los discursos de la presidenta Claudia Sheinbaum, tanto en San Lázaro como en el Zócalo, es que confirmó lo que había dicho el presidente López Obrador: que no es nada fresa, que es ruda entre las rudas y que, además de ello, se puede percibir que posee un muy fino y bravío sentido de la ironía. Y lo más interesante es que ha adquirido una nueva luminosidad y mucho del carisma que sus críticos le habían negado.
Por eso, con mucha elegancia, porte y una encantadora sonrisa, se tomó su tiempo para batear cada una de las mentiras que ha venido soltando el sector opositors con todo el vigor de sus fake news y su guango tsunami mediático. Esa oposición que anda cacheteando las banquetas.
Y lo mejor es que a diferencia de sus adversarios políticos que tiran la piedra y esconden la mano, y que nomás no sobreviven a su pandemia de odio y de rencor, la Presidenta se colocó frente a ellos para espetarles sus verdades. Y ahí tenías a la Rabadán con una sonrisa impostada e inhumanamente apretada, y la presencia fuera de foco y desangelada de la ministra Piña, que estaba ahí abandonada en una esquina, claramente fuera de lugar. Cachetada con guante blanco y la de la toga, que parecía el algoritmo de Ferriz, hasta tuvo que sonreír.
La Presidenta transmitió un discurso patriótico, feminista (las mujeres son el centro de gravedad de este proyecto sexenal), de izquierda, rudo, rudo, rudísimo y al mismo tiempo sensible, firme, propositivo, cálido y emocionante. Así, les dio una repasada con lija del nueve a los defensores del poder perjudicial, a los que decían que nos íbamos a convertir en Venezuela, a quienes púlpito mediático bañaron al país con mentiras guangas, a los emisarios del calderonismo que se asfixia a sí mismo, a toda esa caterva de maleantes del PRIANchu.
En el Zócalo, el verdadero éxtasis, la demostración de que la Presidenta no sólo tiene convicciones e inteligencia, sino que va ganando y va fluyendo en materia de encanto y de carisma. De la misma manera que AMLO renunció al yo-yo (a diferencia de los expresichentes que en las pinturas aparecen como grandes solitarios insolidarios de Palacio, Andrés Manuel abre el balcón para compartir con el pueblo), Claudia también abraza lo colectivo.
Los 100 puntos que propuso Claudia Sheinbaum hablan de un compromiso con lo social, lo cultural, lo educativo, lo deportivo, la salud, la democracia para que el pueblo, como decía el poeta Nicolás Guillén, tenga lo que tenía que tener.