Ricardo Anaya, ¡a la bartolina!

Ciudad de México /

Solo por el trabajo realizado al frente de la Unidad de Investigación Financiera, que trae a los transas de México instalados en la neura y en la paranoia, Santiago Nieto merecía organizarse una boda en donde se le diera la gana. Digo, si para esas ocasiones los mexicanos no solo echan la casa por la ventana y pueden acabar más endeudados que Michoacán luego del paso del huracán Aureoles, el buen Santiago tenía todo el derecho de armarse un bodorrio como si fuera en Buckingham. Fue bonito cómo puso rabiositos a los fifís y los falsos fifís.

Sin embargo, el señor Nieto pudo haberse ahorrado algunos inconvenientes y señalamientos comportándose con un poquito de morigeración y, en vez de ir a Guatemala para pasarla Guatepior, hacer su fiestón en el Salón los Ángeles o en el California dancing club, cerrar su calle y armar un tíbiri con el sonido de la Cha changa, o seguir las instrucciones precisas de Chava Flores cuando se casó Tacho con Tencha la del Ocho. Nada más tenía que recordar no las Bodas Figaro que están en la onda bufa, sino las de César Yáñez que de manera bufa acabaron su relación con AMLO. Es como si Robles, Videgaray u Osorio Chong hubieran hecho un verdadero acto de compromiso social, eso habría caído como plomo en el insaciable aparato digestivo del gobierno de Peña Nieto. Invitar a ciertos personajes que parecen sacados de una pachanga de Juan Collado, tampoco fue buena idea.

O sea, ya mero invitan a la boda a Ricardo Anaya, ahora que los del Wall Street Journal casi me lo canonizan al entrevistarlo en un depa de interés social en Nueva York que ni tiene vista a Central Park. Lástima que a mi Richard se le cayó el teatrito y ahora tiene una brava disyuntiva: asistir a la audiencia a que le lean la cartilla de Odebrecht y acabar como Chayito-Lozoyita en el tambo, o emprender la graciosa huida haciéndose la “vístima”. Seguro se va a esconder en el metro Indios verdes o en la Death Star de Kimberly Clark con Claudio Palpatine. O se meterá a un kibut con Roemer y Tomás Zerón. Eso sí, el señor de los milagros de la reproducción de las naves industriales, jamás se hospedaría en un hotel furris en NY como López Obrador. Ni que fuera morenaco.

Menos mal que no invitaron a la fiesta al aguafiestas de Anaya, prófugo de la bartolina. O a Jelipillo, que después de ir a luchar contra el cambio climático, se fue a la Fórmula 1 a ponerse la camiseta de los hidrocarburos que decía que abominaba. Chale.

Jairo Calixto Albarrán


  • Jairo Calixto Albarrán
  • jairo.calixto@milenio.com
  • Periodista producto de un extraño experimento cultural-social-educativo marxista, rockero, populachero, libresco y televisionudo / Escribe de lunes a viernes su columna "Política cero"
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