El Concilio Vaticano II, celebrado en Roma en los años 1962-1965, sugirió al Papa que estableciera una Jornada Mundial de la Paz, que Pulo VI inauguró el primero de enero de 1967, enviándolo a los jefes de Estado y a toda la humanidad.
Se escogió cada día primero del Año, fiesta de la Santa Madre de Dios.
El citado Concilio señaló que la humanidad estaba necesitada de una pedagogía para la paz, y se veía adecuada la fecha del inicio del año.
Ahora el Papa León XIV envía su mensaje con el título: “La paz esté con todos ustedes: hacia una paz desarmada y desarmante”.
Afirma el Papa la urgencia de la paz diciendo: “mientras al mal se le grita “basta”, a la paz se le susurra “para siempre”.
Actuales líderes de potencias mundiales, por lo que dicen y hacen, no piensan en la paz entre pueblos sino en su dominio.
La mayoría de los pueblos menos fuertes, guardan un silencio cómplice con los poderosos, aunque en países latinoamericanos pocos países hablan con valentía, sobre el respeto absoluto a todos los pueblos, pues ninguno es superior al otro.
León XIV señala: “En el curso de 2024 los gastos militares a nivel mundial aumentaron un 9,4% respecto al año anterior, confirmando la tendencia ininterrumpida desde hace diez años y alcanzando la cifra de 2. 718 billones de dólares, es decir, el de 2,5% del PIB mundial.
Por si fuera poco, hoy parece que se quiera responder a los nuevos desafíos, no sólo con el enorme esfuerzo económico para el rearme, sino también con un reajuste de las políticas educativas; en vez de la cultura de la memoria, que preserve la conciencia madurada en el siglo XX y no olvide a sus millones de víctimas, se promueven campañas de comunicación y programas educativos, en escuelas y universidades, así como en los medios de comunicación, que difunden la percepción de amenazas y transmiten una noción meramente armada de defensa y de seguridad”.
Tal preocupación del actual Papa toca el meollo del gran problema por el que la paz es una tarea de titanes.
Pero la guerra mata personas y pueblos, por lo que no debe ser quehacer de nadie que tenga la cabeza sobre los hombros.
Nos queda meditar que la paz se inicia desde el interior de nuestras personas para caminar hacia las comunidades de nuestros vecinos, nuestros pueblos, nuestra patria y el mundo entero.