El 31 de diciembre pasado, murió el Papa emérito Benedicto XVI, lúcido y teólogo brillante, perito del Concilio Vaticano II, autor de notables libros de teología, agudo polemista incluso con filósofos, sociólogos, historiadores, antropólogos, etc.
Cuando muere se siente en las Iglesias, en los jefes de Estado, y sobre todo, en los pueblos del mundo. Pasan días en los que el Papa Francisco expresa su valía a través de sus intervenciones públicas.
El hecho inusitado de su renuncia ha dado materia para que algunos periodistas, lenguas largas, constantemente hablen de la posible renuncia del Papa Francisco, como si fuera costumbre histórica de que los Papas renuncien.
Benedicto XVI nace de una familia de padres alemanes que, cuando se matrimoniaron no eran tan jóvenes porque debido a los modestos recursos económicos, se vieron obligados a contraer matrimonio ya no tan jóvenes, del que Nació María, Jorge y Joseph (conocido como Joseph Ratzinger).
En ambientes familiares donde los hijos eran muchos. El papá es un gendarme de vocación, severo por convicción, antifascista cuyas trampas ideológicas las intuye o descubre con astucia anticipación.
En lo religioso es un hombre fiel a las prácticas de la fe y de devoción mariana fina. Así es toda la familia.
Benedicto XVI es un teólogo polémico. Quienes lo acusan de conservador pronto saben que no es tan ventajoso que lo traten así, porque si bien respeta todos los sinceros modos de pensar.
Con soberana libertad da a conocer su modo de pensar, fundamentado en sana teología, pero también cuando ve necesario hacer correcciones, con inteligencia las hace, como aconteció con sus dos intervenciones sobre la Teología de la Liberación en 1984 y 1985, asuntos que no les interesan mucho a sus adversarios.
Benedicto XVI inició su camino a la renuncia como Papa a partir de un resbalón que se dio, en el aposento que una religiosas le prepararon en le ciudad de León, Guanajuato cuando hizo su visita a México.
Sus médicos ya desde entonces le pidieron que redujera mucho sus compromisos, no obstante, desde México, en aquella ocasión, se trasladó a Cuba, desarrollando bien su visita pastoral, sin otra preocupación que cumplirle al pueblo cubano su compromiso pastoral.
Ya como Papa emérito, para nada intervino en el gobierno de la Iglesia en tiempos de su sucesor, el Papa Francisco.
Cabal en su lealtad a la Iglesia, aunque muchos lo ataquen, es hombre de los comportamientos del Concilio Vaticano II.