En este solemne acto iniciamos recordando a nuestros últimos compañeros presbíteros recientemente fallecidos: Juan Carlos Espinoza, Arturo Ramírez, Tobías de la Torre, Gerardo Zatarain, cuyo recuerdo está entre nosotros y en las comunidades cristianas por ellos atendidas donde dejaron una valiosa trayectoria.
De entrada, suplíamos se autorice a que se le llame a este recinto “Casa Sacerdotal de reflexión pastoral María de Nazareth”, puesto que quienes moran aquí tiene la capacidad de generar sabiduría, por sus años de ministerio, según la afirmación: “en el momento en que la experiencia y la reflexión se constituyen en fuente de conocimiento y enseñanza, se siembra la semilla de la crítica.
Así lo hizo la sabiduría tradicional e internacional; por eso la sabiduría tiene que entrar en crisis” (Luis Alonso Sochokel).
Y en María de Nazaret encontramos este quehacer unido al acompañamiento del crecimiento de la comunidad eclesial.
Si estamos hablando de una casa sacerdotal se está en el entendido de que se trata de un espacio conectado con la edificación del Reino de Dios.
Aunque alguno aquí quiera descansar, porque tiene derecho, otros verán la necesidad bien destacada de celebrar la Eucaristía acompañando al pueblo creyente en sus avatares ya “que es toda la comunidad la que celebra como pueblo sacerdotal de bautizados, bajo la presidencia del sacerdote que hace las veces de Cristo” (Ordenación General del Misal Romano, número 42).
Pero para que toda la asamblea sea “liturgo”, de veras que se necesita una enseñanza previa, no una vez. Tarea nuestra irrenunciable.
Pero para que la casa sacerdotal funcione bien es necesario el orden interno mediante el cual la autoridad se ejerza por un sacerdote que aquí viva, aunque los recursos económicos vengan de fuera, dada la naturaleza de la institución, respetando el carácter del espacio privado al que tienen derecho quienes aquí moran.
Es muy necesario que se sepa quién entra aquí y a qué horas deja el recinto, guardar un moderado silencio, ya que es casa de reflexión, estudio y descanso.
Recordamos que desde el primer obispo de Torreón nunca se dejó de pensar en una casa sacerdotal buscando el consejo participativo del presbiterio.
En los años inmediatamente anteriores se fue abandonando la reflexión sobre el asunto, hasta quedar a cargo de un pequeño grupo, desconocido por muchos, que parece fueron pensando una casa sacerdotal ideal a como diera lugar, sin tomar en cuenta a los adultos mayores que deberían ser los principales sujetos de la consulta.
La casa sacerdotal pensada por otros y para otros, es cómoda, pero se edifica sin tomar consentimiento de los que la habitan, con gastos excesivos, como el piso de adoquín y para nada se consulta a quienes aquí moran.
Un serio pendiente es la existencia de un templo en donde se llama Casa de Cristiandad y que ha funcionado como casa de servicios religiosos que se cobran y servicios de convivencia social que se cobran, en contraste con lo que permite del Derecho Canónico, que admite capillas privadas para el Papa, los Obispos, religiosos y religiosas; hospitales; también reyes para reyes católicos, que eso no se da entre nosotros.
No capillas para privados, aunque den servicio público.
Un tino de sabiduría es el que en esta casa sacerdotal, como proyección del ser de Iglesia, se dé atención a sacerdotes jóvenes, de mediana edad, y adultos mayores.
Para que se desarrolle la sabiduría pastoral por la comunicación que inevitablemente nos llega.
Aquí ya se están fomentando talleres del estudio del Evangelio entroncados con el análisis de realidad social.
No queremos que este recinto sea lugar de arrumbe.
Esta Diócesis de Torreón está habitada por cerca de dos millones de habitantes, razón por la cual no se ve lógico el que se establezcan tantas normas que revelan incomprensión de la realidad; ni regañar como norma sino ejercer una sabiduría pastoral que atraiga, tonifique, fortalezca, de cobijo a quienes vive atormentados en la vida.