Hijo, regrésate antes de que te quedes mudo

  • Areópago
  • Jesús de la Torre T. Pbro.

Laguna /

Se cuenta entre algunos laguneros que unos papás no querían que su hijo mayor se contara entre los del montón, para solucionar el problema lo enviaron “de mojado” a los Estados Unidos, para que aprendiera inglés. 

El hijo de buen grado, aceptó el propósito de los papás; cruzó con fortuna el Río Bravo y de inmediato consiguió trabajo y contento les platicaba por carta semanal, a sus papás, todos los afanes en tierra de gringos. 

Las cartas con el tiempo cada vez eran menos, lo que extrañó a sus padres quien de inmediato quisieron saber qué le acontecía al hijo. 

Este rápido contestó las válidas razones que tenía: papás, inglés no aprendo y el español se me está olvidando; esto ocasionó la determinación de los papás: véngase hijo, antes de que se quede mudo.

Esto nos lleva a pensar que hay peligros de mudez tanto en el terreno civil, político, como en el ambiental y religioso. 

En parte, donde los humanos alimentan su espíritu y su saber, es en el templo, en el estudio de la Biblia; o en grupos de reflexión para conocer los caminos que lleva la sociedad. 

Pero en lo espiritual, al pueblo creyente no se le toma en cuenta. 

Se le obliga a vivir en tierras pantanosas, con los movimientos de tantos párrocos, donde el pueblo no cuenta, y con los párrocos se dispone de ellos y se van a donde les indiquen.

Por parte de los políticos, muchos no saben lo que pasó el 2 de junio y siguen actuando como si nada hubiera pasado, pero unos llegaron al poder y otros nomás lo vieron pasar, y siguen argumentando como antes del 2 de junio.

Parece que vivimos en una sociedad del escape y del disimulo donde la realidad no cuenta, si no es como cada quien la narra, aunque no haya suficientes coincidencias. 

Practicamos una terquedad de oficio con una oficina del silencio, que cada quien construye en su corazón. 

Pero el mundo civil y religioso caminan, aunque algunos de su dirigentes se quedan solos, “silbando en la loma”, cantando alegrías ficticias, triunfos que no existen y argumentos que no son válidos, pero que quien los dice, juzgan que sí son válidos, ya que él lo dijo, y valen porque su yo lo dijo, no importa que no lo entiendan los demás, nomás que no lo contradigan, porque a esos tales, ya saben…

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