La realidad compleja y opaca en la vida diaria

  • Areópago
  • Jesús de la Torre T. Pbro.

Laguna /

Los cambios parroquiales de presbíteros, si tuvieran sólo el sentido de un traslado en un camión urbano, nos valdrían gorro. 

Pero sucede que implican un sentir más complejo, pues muchas veces se lastima “al santo Pueblo de Dios” (Concilio Vaticano II), lo que nos habla de la necesidad de una delicadeza total en el trato, que implica al pueblo creyente y al pastor que se le traslada, después de que ha pastoreado una comunidad por un corto tiempo: menos que un sexenio, y sin pocos argumentos pastoralmente convincentes. 

Si si bien es cierto que se deben hacer cambios, también es cierto que el Derecho Canónico marca la necesidad de una “estabilidad”, en la comunidad parroquial, que no se logra cuando pueblo y pastores están que lloran.

Según los documentos de Medellín, Puebla, Aparecida, etc., la misión de Evangelizar se da cuando se asume la realidad, para eso hay que conocerla, para guardad fidelidad al Evangelio, que es la tarea primera de la Iglesia toda.

Pero la realidad es compleja y opaca (Aparecida, núm. 36). 

Para conocerla se necesita mucho análisis eclesial (también social) y reflexión sensata. 

No es indicado caminar como lleva la corriente porque se corre el peligro de caminar sin rumbo ni dirección.

El “santo pueblo de Dios” camina en la historia como un signo complejo que genera muchas informaciones. 

Todas hay que atenderlas pero desarrollando un profundo sentido de discernimiento para equivocarnos lo menos posible en las decisiones, caminar nuevos caminos elegidos a conciencia, para caminar felices, integrados pueblo y pastores en comunidades parroquiales con el signo de estabilidad pastoral, y así entregarlas al sucesor. 

No cambios por hacer cambios.

Si no somos atentos a la realidad, caminaremos, comunidades y pastores, a la deriva, truncando proyectos pastorales en cortos tiempos, entregando la conducción de las parroquias,, a quienes por cualquier motivo no observan los procesos, ni les interesan, aunque el pueblo creyente registre retrocesos en su caminar. 

Si se ignora la realidad eclesial, histórica, pastoral, caemos en el peligro de una pastoral sin sentido, como la vida sin sentido, dando palos de ciego y ocupándonos en bailar, aun en las asambleas litúrgicas y pensar la vida como un matar el tiempo, pasar el rato en vistas a borrar un embrollo mental que no sabemos cómo se origina. 

Y como ignoramos muchas cosas, ¡venga la vida cristiana como sea, lo importante es no perderla!

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