Con la fiesta de los Apóstoles San Simón y San Judas, hasta la fiesta de Magos, que se celebra el 6 de enero, se desarrolla una serie de eventos que popularmente se les conocen como religiosidad popular.
Hay que ser precisos para distinguirlos del folklore, de la tradición sin conexión con la vida cristiana como proyección social de la fe.
La religiosidad popular, bien entendida, se debe conectar con la Eucaristía, la vivencia comprometida en la sociedad en transformación social.
Es un gran tesoro de fe.
La religiosidad popular tiene muchas formas de expresión: la reliquia como aporte lagunero, las horas santas, los viacrucis, las novenas, el rezo del rosario, las peregrinaciones, las danzas, las mandas, las visitas al Santo Niño de Atocha,
Las peregrinaciones a las Basílicas de Nuestra Señora de Guadalupe, San Juan de los Lagos, etc.
Hay muchas celebraciones cristianas del pueblo fiel que forman parte del cultivo de su fe, pero también tienen el peligro de un individualismo rancio que, sin mala intención, suele separarse de la militancia católica, de la celebración de la Eucaristía, de la enseñanza que aclara la fe, mediante la catequesis para adultos, jóvenes y niños.
Por la influencia de la cultura norteamericana, las tradiciones religiosas de nuestros bisabuelos, abuelos y padres, van siendo atacadas por un individualismo rancio, por supersticiones generadas en la ignorancia de la gente, por el pragmatismo que busca hacer de un evento religioso una fiesta con baile, alcohol y pachanga, en el sentido popular.
Sin convivencia con proyección social de la fe.
Nuestras tradiciones culturales ya no se trasmiten de una generación a otra, contando con el apoyo interpretativo de los periodistas que le añaden significados verdaderamente de borrachos bien servidos.
Los obispos latinoamericanos en Aparecida, nos advierten: “Los medios de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciendo también en la intimidad del hogar.
Al lado de la sabiduría de las tradiciones, se ubica ahora, en competencia, la información del último minuto, la distracción, el entretenimiento, las imágenes de los exitosos que han sabido aprovechar en su favor las herramientas tecnológicas y las expectativas de prestigio y estima social.
Ello hace que las personas busquen denodadamente una experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocación, allí donde nunca podrán encontrarla” (Aparecida, núm. 39).