Cuenta el Evangelio según San Mateo, que dos señores se propusieron edificar sus respectivas casas.
Uno se decidió edificarla sobre arena, es decir, sobre blandito; otro se propuso edificarla sobre roca, es decir, sobre durito.
El resultado fue desigual, el primero se expuso a que vinieran los vientos fuertes y no dejaron de la casa ni cimientos; el segundo que edificó sobre roca, resistió los vientos fuertes, y no la arrasaron porque estaba firmemente cimentada sobre roca.
Al primero le llama imprudente, calificativo que se ganó a pulso, al segundo le llama prudente porque también a pulso se ganó el calificativo.
Hay muchas historias parecidas a estos dos señores que edifican sobre terrenos no semejantes, con suertes no semejantes, pero el asunto está en que cada quien edifica donde le da su gana y, tal gusto nadie lo cambia, pero la suerte desigual cada quien se la labra con sus obras, y muy su gusto.
Pero luego vienen los reniegos y las murmuraciones de los tontos edificadores, porque no les gusta que los comparen con nadie, así vaya de por medio la predicación del Evangelio, que no es lo mismo lo estéril que lo eficaz.
Hay muchas jornadas de espiritualidad que se cumplen nada más por una obediencia ciega, por cubrir la apariencia, por llenar el expediente, porque vean que está presente; pero también hay quien participa con una conciencia responsable, sabiendo que se prepara la evangelización, con conocimiento de las condiciones de las sociedades, de las personas; hay quienes pierden el tiempo con cierta elegancia, ya que están cumpliendo lo mandado; por otra parte, no falta quien emplea el tiempo para una conversión que le lleve al cambio de vida, al cambio del modo de pensar, acorde con el Evangelio.
Lo importante es ser sincero con Dios, con uno mismo y con la sociedad a la que cada uno se debe, a la que hay que conocer, para que al ejercer el apostolado no se predique ideas, aunque sean brillantes, sino que se parta de la realidad, que hay que transformar, lo que no se logra si solo bailamos, gritamos con entusiasmo, mientras la gente la mata el crimen organizado, y nos quejamos porque el gobierno no emplea la mano dura, signo de provocación para que se arme un zipizape que no tiene remedio, ya que violencia, llama a violencia, y en adelante, ¿quién para ese desorden?