Cómo te veo

Ciudad de México /
Jorge F.

De frente, se ven sin ojos. No necesitan verse de veras para mirarse como quien se detiene frente a un espejo; entonces, se pueden mirar de mentiras para ver las verdades que se reflejan mutuamente y por ende, refractan sin pupilas lo visto de ambos invisibles.

¿Qué cómo te veo? De memoria. En el recuerdo con el que me miras al leer en este reflejo la voz que se te quedó congelada en tu recuerdo y el eco es la breve melodía que se escucha al deletrear en esta línea el contorno de tu nariz con lunar, la nube del ojo y el mar en la pupila entera; se delinea como delimita el hilo de un cabello que parece dibujar mi propio perfil en un encuentro donde intentamos jugar al cíclope sin hojas y toca mi boca para sellar el silencio de media luna de los labios que no precisan hablar para decir lo que sientes o sentiste una tarde de lluvia que —como toda lluvia— sigue cayendo en el ayer.

Hay quien aboga por ingresar tu cuello a la sala de un museo y que ese mármol perfecto se enrosque con la tinta de una mandíbula correspondiente. Una improvisada lección de anatomía prefigurada en el vacío a miles de kilómetros de distancia para intentar tatuar la funda de una almohada donde parecería que dormiste ayer mismo en el silencio mencionado desde el primer párrafo.

Será que ambos perdimos párpados para evitar persianas y abrir como ventana límpida los óvalos invisibles de retinas imaginadas; será entonces que ambos miramos el vacío que empezó a latir desde el centro del pecho y se fue reptando hacia cuello o garganta como palabra ahogada y anhelo inconcluso. Todo enmarañado en un espejismo sobre papel pautado donde las notas sin música respiran una por una, de nariz a nariz y pasando por cada una de las yemas de los dedos con los que ambos dibujamos en plena oscuridad la tenue lucecita de un fuego que no cesa… una llamita que sólo merece diminutivo en medio de un paisaje lejano, allá donde parece que nieva bañado el cerro por una cascada incandescente de lava volcánica que ilumina la noche. La noche ciega ya sin sueño donde siguen pasando las horas que son días… sin vernos.


  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
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