Con K

Ciudad de México /

Se cumple el primer siglo de la muerte de Franz Kafka y se impone felicitación kafkiana como si fuera cumpleaños no sólo por la vigencia de sus letras y el misterio como murmullo de su biografía en laberinto, sino porque quizá para el próximo centenario podamos declararlo puramente mexicano. Su vida pasará del paisaje de Praga a la antesala de una taquería de suadero y su obra quizá por mexicanizarse termine por perderse en el olvido.

Jorge F. Hernández

Con todo, el maremoto electoral del pasado domingo no sólo provoca la justificada fanfarria por la llegada de una mujer a la Presidencia de la República y con ella —simbólicamente— todas las mujeres que nos dan Matria, sino también el jolgorio involuntario y la comedia o vodevil de la llamada Oposición. Hablo de lo ridículo que parece ahora el disfraz de dinosaurio en la Cámara de Senadores y evoco —no sin ego— un malogrado debate que sostuve con la X en Televisión Azteca (cuando era funcionaria de Fox para la causa indígena), pero me concentro en el entramado kafkiano:

La trama enrevesada donde una niña que vendía gelatinas se convierte en candidata de una élite surrealista, donde se juntan en licuadora los tres partidos pútridos y trasnochados a los que urge una Metamorfosis. Los diálogos delirantes que intentaron justificar y obviar la derrota electoral y electrónica argumentando contar con inferencias y guasaps que insinuaban lo contrario; es decir, inventarse una victoria en plena época del Carro Completo a la vieja usanza, años de entronización de un autoritarismo velado, verborrea con acento tropical y utopías con innegable apuntalamiento masivo, pero aunque a todos nos guste el pozole no deja de ser vianda con origen caníbal (que quizá le gustara a Kafka) y por ende, así sean peras o manzanas, el escepticismo nacional ante la promesa de que alguien se vaya a la chingada sólo enfatiza que todo esto está Kabrón.


  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
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