Que no se puede dormir, a menos de que duermas en un palacio con murales de ensueño. Que no merece sueño la indescifrable ironía y apabullantes contradicciones que llueven sobre una geografía engañosa que parecía cuerno de la abundancia, siendo no más que un elongado diván de psicoanalista.
Una mujer presenta un libro titulado Feminismo silencioso y una gordita que vende gorditas en el barrio no puede olvidar que el esposo de la autora es el primer y único Presidente de la República de la Esperanza que mandó fortificar y emparedar el Palacio donde viven ante una manifestación feminista silenciada. El libro se presenta en una de las plazas majestuosas del mundo entero, con asistencia libre de miembros del gobierno del esposo de la autora, y se transmite en vivo por el canal oficial del gobierno del mismo a través de la Secretaría de Gobernación y, a falta de leerla, la costurera que hace horas extras dice que entiende como trasfondo fundamental del libro neonato que “todas o todes somos iguales, pero no somos iguales”.
El día en que se presenta el libro callado a viva voz sobre el feminismo, según prosa de la No Primera Dama de México, un juez en Puebla libera a un ex gobernador convicto pedófilo, pederasta y pedote que ordenó y celebró el secuestro y tortura de una periodista hoy exiliada que denunció la red de porquerías prostibularias infantiles que el otrora potente y precioso solapaba como cliente, ahora condenado a usar un brazalete electrónico en bata y pantuflas.
Al día siguiente de la presentación en la mera plaza, otro juez libera al autor intelectual que ordenó y financió un ataque con ácido sobre el rostro de una saxofonista que sigue siendo bella a pesar de la impunidad y descaro, la confusión hiriente y tanta mala tinta que nos baña.
Prometo tomar —como dijo la autora— la “oportunidad de consumo” y leer Feminismo silencioso de madrugada sin dormir, contribuir así a las altas regalías y cuadrados números de editorial Planeta, donde he abonado no pocos pesos en libros de Paco Taibo II, superventas inapelables (confirmado por él mismo) y dilucidar la misteriosa entraña de resignación abnegada que silencia a las moribundas olvidadas, las heroicas enfermeras, las millones de meseras, niñas víctimas, adolescentes perdidas y la maestra que no tiene tiempo ni para leer.