Con estas líneas abrazo a Sergio Ramírez. Pensaba hacerlo en Guadalajara, pero me quedé sin FIL con un sinfín de increíbles vacíos. Fue él quien eligió “De ida y vuelta” como lema de la delegación española como invitado de honor al gran circo de los libros, editores y lectores en Guadalajara y evoca con ello al palo de flamenco que navega sobre ambas orillas del océano, al viajero frecuente que despierta en los vuelos trasatlánticos sin saber a sueño cierto si va o viene.
Sueño ahora que veo a mis amigos en las mismas calles de siempre, sin bufanda y con renovado follaje sobre los dedos flaquísimos que salen de la tierra en el parque corazón de la ciudad. Sueño también que camino ahora por empedrados irregulares, arrebatadas las banquetas que son aceras por la nervadura de las raíces de otros árboles. Llevo en la saliva el sabor tierra del agua de Jamaica y el regusto involuntario de los torreznos; bajo el brazo se mezcla un sudor mestizo que no llega a las páginas de los libros que no pueden ser más que castellanos de ancho llano sobre volúmenes iluminados por versos floridos tan de acá que parecen de allá y en la galería infinita de los asistentes sonrientes imagino que se perciben los fantasmas de todos los ausentes y deseo que se manifiesten de madrugada las almas de los heridos, la sangre de los desaparecidos y la baba hipnótica de la estulticia que insiste en separar lo inseparable: Madrid es ya una parte de México como quien despierta en Coyoacán con nube de Vallecas, callejones de Chueca que se extienden por la Roma e insisto que he visto un caballero famélico deambular armado en Guanajuato mientras su fiel escudero se tira a tomar el sol en una playa lejana.
Que acostumbro bajar al Metro en Pino Suárez y salir airoso en plena Gran Vía no es ninguna novedad, ni la esquina ochavada por el cráneo tallado de un águila tenochca que sirve de ribete a la estructura española de un palacio intemporal y sí, todo esto debería tatuarse directamente en la faz del fauno, la cara de inepto y continencia de estulticia de quienes insisten en estirar inútilmente la inquebrantable relación entre México y España… mucho más allá de las cartas marcadas por el acomodaticio empeño de la ignorancia.