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Ciudad de México /


Entre la paradoja y el paradigma me quedo —por ahora— con la parábola: pienso en personas pusilánimes que participan en pirámides de premiación periódica o en productos piratas; pondero la pesadez del pensante, plenitud del pensador y la pandereta del pendejo. Parábola en prosa de párrafos inagotables, propongo un pergamino que ponga por partes los pasos del paisaje, las penas del país, las penas y penurias, la penitencia, penalidades y pendencias del presidente y su partido. Pueblo y población en perpendicular a los parlamentos y parlanchines perdidos en la prolongación de papadas, parapetados en panfletos pasajeros, posturas y poses postergadas… y pura palabrarería.

Pongamos en papiro el paralelepípedo de la Patria, perfecta incluso podrida, perenne aunque pasante. Prolonguemos el papel para pensarla en positivo y pulsar cada piedra y paisaje, pasaje a pasaje de su pasado; el pretérito postulado como propuesta y palpemos la piel de sus productos y productores, de sus profesoras y profetas… parapetados en un plano perfecto de película, pliego pegado con pinzas, pintado a pincel. Para pelear por participaciones o pergeñar pedazos de pestañas o perlas del perfil permanente del padre de la Patria que pasa de período en período —periódicamente y en periódicos de papel y pantalla— penetrando como pócima portátil el pensamiento popular, populachero y populista. ¡Papacito apapacha! ¡Para, Papi, por piedad!

Problemas de la problemática y palabras que se prolongan. Prometen parteaguas y proponen partición de patrimonio, promulgación de propinas y prolongación del Periférico con pisos como pasteles y puentes. Promueven pústulas y podredumbre, pasajes peatonales en pantanos profundos y penosas píldoras de pura pendejada que permean como palmadas al pelmazo, paletas o papirolas de primaria a tanta persona positiva y pensante, tanta profesional que no para de partirse pacíficamente en pro de su pervivencia, permanente propósito potencial y prometedor del personal, personaje, persona o País que parece perfilar —pa’luego es tarde— parabienes paralelos para parafrasear y parar, parir y procurar una perfecta prolongación del poema.

Jorge F. Hernández


  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
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