Sinfonía del silencio

Ciudad de México /

Conforme crece la melena se facilita el sano ejercicio de volverse de oídos sordos, esta callada pretensión de simular una sinfonía del silencio alejada de tanto ruido. Una aspiración allende el murmullo, como quien se tapa las orejas para no seguir oyendo necedades y rencores que en realidad ya se cuajaron en mera tristeza. Oídos sordos tras la cabellera ya con canas y esta necia obsesión por conjugar sólo cuatro notas y de allí despegar a una inmensa sinfonía que acompañe el paseo diario por el empedrado de los olvidos.

Sordo por hoy y mañana ante el hediondo estercolero desafinado de los políticos; sordera pura y nítida para evocar la voz de los poetas, los versos que se leen sin mover los labios y el rostro intacto de los niños que ya son hombres o de la niña que apenas descubre el sabor de la sombra de su pie izquierdo. Contemplo en silencio la larga espera de mi madre y su ejemplo feliz de no oír lo que no le conviene y sólo escuchar los fantasmas que pueblan el bosque de su memoria.

Jorge F. Hernández

La cabellera recuerda el pasado capilar del joven que intenté ser y se blanquea con tantos párrafos y palabras que parecería que sobra la tinta para poblar las páginas blancas como carpetas de nieve, pero hay días en que no vale la pena hilar sílabas de adrenalina ni de ira; hoy no vale la pena subrayar el imperio de la ignorancia e imbecilidad que conquista espacios cada vez más empantanados ni intentar deshilar en palabras la soberana degustación de novelas y cuentos intemporales que reforestan la serenidad cada madrugada… en silencio.

No quiero hoy recomendar el libro que me hipnotiza ni la sonata perfecta que inundó de grandeza al compositor sin oído. No quiero lanzar perorata ni parlamento sobre los evidentes abusos y la descarada rapiña de tanta podredumbre ni quiero volver a señalar la desvergüenza del mentiroso, y el cómodo abuso de quien supone que uno escribe gratis y que vive del aire… hoy sólo quiero fincar un elogio de la íntima sinfonía del silencio con la necia ilusión de que Alguien, Alguna o Algunos se callen por favor o por piedad mientras pase una nube.


  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
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