El cielo azul de mar y de mirada sólo se nubla cuando Ella no me ve. Mi mirada se nubla entonces y parece que pierdo control sobre mí mismo; reaparecen las promesas incumplidas y vuelvo a creer que se tapa todo un Sol con el dedo meñique o gordo. Es que siempre fui propenso a la fantasía con un ánimo inquebrantable para no perder, no como profecía sino convencimiento de siempre alzarme en cada caída y tirar pa’rriba y pa’lante. Esta será entonces la última vez que te diga “la última vez” para seguir volando por un cielo azul que se nubla cada vez que tú me miras y no reconoces mi mirada…
El párrafo anterior parafrasea íntegramente la letra de una música mágica que interpreta Sen Senra, quien ayer conquistó el Auditorio Nacional de CdMx con su voz aguda y contundente. Senra de Galicia y madrileño de madrugada ha dejado de ser emergente para consolidarse como una estrella brillante en diversos escenarios de España con esas letras que parece rapear en un hilo de voz ondulante, deambulando por registros de música indefinible con Manu Blanco en seis cuerdas y Anxo al bajo y sintetizadores. Mención especial al gran Xoán Palamera, baterista galáctico cuyas percusiones aceleran toda taquicardia… y Sebastián mi hijo, que cuando toca con Sen Senra se llama Bacho y borda el arte sideral ya con guitarra o bajo y especialmente sobre un piano de cola justo en medio del escenario o del universo, como para que cualquiera se eleve de orgullosa admiración por la discreta magia de “Un cielo azul” como murmullo candente.
Me emociona que Sen Senra haya conquistado ya el Auditorio Nacional de CdMx y deseo que vuelva cada año a México para hacer temporada y gira por todos los paisajes que le confirmen lo mucho de mexica que tiene su alma galega y su levitación madrileña; los campos llanos y las cuestas verdes, el latido siempre cercano del mar y esos cañaverales del alma que él logra rimar para una generación a la que no pertenezco por mis canas. Sin embargo, sincronizo con una magia de meigas y neblina palpable, la curvatura de la Luna y el abrazo a un santo en medio de un campo de estrellas. Sintonizo con las alas inmensas de los artistas que cantan con el corazón en las yemas de las manos y vuelo en un infinito cielo azul en cada suspiro de mis aplausos para ellos...