Un fascista despeinado y un joven demócrata chileno coinciden en reprobar el tufo a fraude y piden la revelación pública de las actas del escrutinio venezolano, en coro no sólo con miles de ciudadanos venezolanos, sino en el mismo tono con el que un magnate delirante y tuitero o un nonagenario cacahuatero de Georgia y los muertos en las calles de Caracas y los miles de exiliados bolivarianos… Todos, menos México, mejor dicho, los presidentes (saliente y entranta) de México, así como supongo otros vergonzosos militantes del silencio y la desidia. Así ante la ridicula figura del Mandril Maduro o el Demente Daniel Ortega.
El Inmaduro Autoritario saca espuma de sus fauces desde el Palacio de Miraflores, atrincherado con militares, ¡ay, ése militarismo incongruente de la caduca izquierda, quizá inspirada en una de las primeras melodías de Silvio, cuando aún vestía de verde olivo! Sólo el Mandril Maduro (y el pobre eco de una mañanera) son capaces de fardar porcentajes que rebasan el 100 por ciento para intentar maquillar mentiras y uno recuerda la hermosa ocasión en la que el antiguo camionero venezolano ofreció sembrar quiénsabecuantos miles de libros y libras en una campaña de promoción de lectura y el hermoso discurso en el que evocó la multiplicación de los peces y los penes en el sermón de la montaña y ese delicado momento en que no pudo pronunciar la palabra analfabetismo, por no mencionar que su personalísima y bolivariana traducción de inmediatamente al inglés es inmediati o que dice retar a golpes al nefando Elon Musk, aunque lo llame Moks.
Al margen del atropello a la limpia democracia como gerundio, más allá del embrollo ideológico y demás temas serios, Nicolás Maduro es un imbécil con serios problemas mentales y profunda confusión emocional… así como quienes veladamente solapen su desvarío y detestable engreimiento delirante, pues la violencia que transpira abona ya el baño de sangre que él mismo prometió como lazo de su necia campaña dictatorial disfrazada de demócrata.