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Desaparecidos, asignatura pendiente de la 4T

Ciudad de México /
ALFREDO SAN JUAN
ALFREDO SAN JUAN

El gobierno de Claudia Sheinbaum decidió, por fin, entrarle al problema de las desapariciones, una asignatura pendiente de la cuarta transformación desde el sexenio pasado. Solo podemos especular respecto a las razones por las cuales el presidente López Obrador nunca lo abordó realmente. Un desinterés, me parece, que es mezcla de varias razones. Como los feminicidios o el asesinato de periodistas, las desapariciones fueron tratadas como subcapítulos de un problema más amplio, que remitía a la inseguridad pública. El presidente asumió, sin decirlo, que resultaba más eficaz concentrar recursos y atención abordando la fuente del problema y no desgastarse en desarrollar políticas específicas para cada uno de estos temas. Le pareció más importante “atacar las causas de fondo” como la pobreza y la desatención a los jóvenes, hacer una tregua momentánea con el crimen organizado (abrazos no balazos) y construir mientras la Guardia Nacional y los cuarteles. Feminicidios, desapariciones y asesinato de periodistas irían descendiendo como resultado de la disminución de la inseguridad.

Pero eso solo es parte de la explicación de este abandono. También tendría que ver la escasa prioridad que los derechos humanos tuvieron en la agenda lopezobradorista, en parte por una concepción generacional y regional más vinculada al “México profundo” que a la agenda de la izquierda moderna urbana. Lo más urgente era atender el derecho fundamental más sagrado: salir de la pobreza. Lo demás se atendería posteriormente.

Y, por último, hay también una explicación política. El activismo en favor de la búsqueda de desaparecidos no fue paralelo ni abonó al surgimiento de Morena; tampoco en contra, simplemente caminaron por vías separadas. Fue distinto el caso de Ayotzinapa, que remitía a un escándalo político de Peña Nieto y los estudiantes afectados pertenecían a normales rurales asociadas a las luchas populares. No es casual que resolver la desaparición de los 43 haya sido una de las promesas del presidente. Lo cual tampoco se consiguió, pero esa es otra historia. En cambio, la relación con buscadores de familiares desaparecidos de otros miles de casos apenas mereció la atención de Palacio Nacional. Los pocos encuentros fueron más bien desencuentros y el presidente terminó por evitarlos. La búsqueda de desaparecidos constituye una tensión incómoda para el gobierno, porque se trata de una exigencia mucho más difícil de gestionar o negociar y para la cual no es fácil ofrecer una respuesta.

Al hablar del “segundo piso” de la 4T Claudia Sheinbaum se refiere, entre otras cosas, a la incorporación de una agenda progresista moderna, que fue desatendida en el sexenio anterior: medioambiente y energías limpias, temas de género y diversidad sexual, derechos humanos en un sentido más amplio. Tenemos los mismos ideales y pertenecemos al mismo movimiento, dijo ella este lunes refiriéndose a López Obrador, pero somos distintos por origen y trayectoria. No es casual que lo haya dicho en el marco de un programa para responder al problema de los desaparecidos.

Y aunque varios temas de la agenda “claudista” fueron explícitamente abordados desde el primer día, las desapariciones debieron esperar hasta ahora; aunque la propuesta presentada parece fruto de una reflexión que llevaba un tiempo cocinándose. Probablemente fue acelerada por el escándalo mediático que generó el hallazgo del campamento de Teuchitlán, Jalisco, con restos y ropa de lo que pudieron ser múltiples víctimas. Y tampoco es desdeñable el impacto que ha tenido en una parte de la opinión pública, sobre todo en sectores progresistas, el film brasileño Aún estoy aquí. Ganador del Oscar a mejor película extranjera, aborda la angustia e impotencia que sufre una familia tras la desaparición de uno de sus miembros. La trayectoria de la esposa buscadora no es muy distinta a la de tantos activistas en México flagelados por este drama.

No voy a desglosar aquí las propuestas planteadas por Claudia Sheinbaum al respecto, porque habrán de ser ampliamente descritas en la información de estos días y, sobre todo, porque merecen ser revisadas cabalmente por especialistas y protagonistas de esta cruzada. Son ellos los que verdaderamente están autorizados para valorar el impacto de estas medidas. Pero, de entrada, celebro que lo anunciado no parezca una escenografía para salir al paso. No se trata del anuncio de una fiscalía especial o un organismo más, como tantas veces en el pasado. Consisten en propuestas legislativas que obligan a las autoridades a una intervención más rápida y responsable y la integración de un sistema de información para estar en condiciones de saber lo que está sucediendo.

Por lo demás, la intervención de Sheinbaum sobre el tema de las desapariciones revela un contraste con el “primer piso” de la 4T no solo por su interés de entrar al fondo del tema; también por la forma de reaccionar frente a una crisis mediática. La Presidenta denunció la manera en que el escándalo estaba siendo utilizado políticamente por los adversarios del régimen. Algo que López Obrador también hacía cuando un tema lo ameritaba. Pero, a diferencia del ex presidente, no usó la denuncia de la crítica mal intencionada como argumento para desconocer o minimizar el problema. Tal fue el caso, por ejemplo, de la escasez de medicinas o las consecuencias de la eliminación del Seguro Popular, en el sexenio pasado. La intervención para ajustar o corregir un problema real se retrasó porque simplemente se le atribuyó a una invención de la oposición. No fue el caso ahora, por fortuna. Claudia separó claramente los dos aspectos: la necesidad de atender un problema acuciante, por un lado, y la exhibición de la manera maquinada e irresponsable en que medios y críticos lo estaban atizando para llevar agua a su molino, por el otro.

Por lo pronto, hay una propuesta puntual para abordar el tema de las desapariciones. Esperemos que sea la que se necesita o por lo menos los primeros pasos en la dirección correcta. Pero, como tantas cosas en la administración pública, el impulso inicial para echar andar algo remitirá a la voluntad política que realmente se dedique al tema (presupuesto, seguimiento, priorización). La valoración real que esta propuesta tenga en el ánimo de la Presidenta la sabremos con el transcurso de los días. Solo eso permitirá determinar si hay una decisión de Estado para atacar el problema, por fin, o solo la intención de superar una crisis.


  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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