No es correcto, tampoco útil

Ciudad de México /
ALFREDO SAN JUAN

El presidente Andrés Manuel López Obrador intenta destruir la noción de una Xóchitl Gálvez asociada al México profundo y de procedencia humilde, mostrando la magnitud de las fortunas que ha generado su empresa y sembrando dudas sobre la manera en que lo ha conseguido. Un duro contraataque a la espuma generada por su precandidatura. Pero me pregunto si, en términos de estricto costo beneficio, lo que pueda ganar por esta vía lo pierde en descrédito adentro y afuera al utilizar de manera desaseada los recursos del Estado en contra de una rival. No me parece correcto moralmente ni útil políticamente.

Primero, no es conveniente que el Presidente del país utilice espacios y plataformas oficiales para enlodar a un precandidato de la oposición. No le toca a él, en todo caso. Y mucho menos si, como se sospecha, lo hace utilizando información confidencial proporcionada por las autoridades fiscales. Más allá de que sea ilegal, que lo es según las normas vigentes, se trata de actitudes que constituyen un misil en la línea de flotación en la imagen de un movimiento que busca la transformación ética de la vida pública del país.

Estoy convencido de que Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard serían mejores opciones que Xóchitl Gálvez para dirigir los destinos de México el próximo sexenio y creo que Morena, a pesar de sus insuficiencias o errores, sigue ofreciendo un futuro más esperanzador que cualquier cosa que planteen el PAN o el PRI actuales. Más aún, creo que Claudia o Marcelo tienen la capacidad para emprender una segunda temporada de la cuarta transformación más moderna y menos trabada, tras la enorme tarea pionera, verdadera obra negra, realizada por el fundador del movimiento. Pero me parece que en este momento, y en el afán de proteger a su criatura, López Obrador la debilita y debilita a sus candidatos. Ya les tocará a ellos validarse frente a sus rivales, en las lides propias de la competencia electoral; no corresponde al mandatario calificar o descalificar a los precandidatos que compiten en la oposición. 

Entiendo que el Presidente intente asegurar la continuidad política de su proyecto, que esté convertido en jefe de campaña de los suyos y principal ariete en contra de las amenazas que lo pongan en riesgo. Pero también creo que el principal activo político del obradorismo reside en su propuesta de procurar una sociedad más justa y honrada. El prestigio de AMLO se edificó en gran medida en su trayectoria como un luchador social honesto y austero, y en su capacidad para imponer a nuestro frívolo e irresponsable sistema político la premisa de ver por los de abajo. Frente a la corrupción de los priistas y la hipocresía de los panistas, López Obrador convenció a muchos de la necesidad de un cambio, no solo en favor de los pobres, sino también de la urgencia de modificar valores para incorporar la decencia en el servicio público, que en el fondo equivalen a lo mismo. Ver por los que dejamos atrás y actuar con honestidad son actos de congruencia mínima. No veo cómo pueda acomodarse a tales principios la utilización de los recursos públicos por parte del mandatario para enlodar a la competencia política. Usar al Estado para mantenerse en el poder es, justamente, algo de lo que venimos huyendo.

Un incondicional de AMLO podrá decir que los recursos desaseados se justifican con tal de conservar el poder frente a la derecha. Lo cual nos lleva a la vieja discusión de la prioridad entre fines y medios; y difícil ignorar que invariablemente una causa termina en fracaso cada vez que los medios traicionan esos fines. No veo porque sería distinto con el auto llamado “humanismo mexicano”.

Pero incluso en términos de realismo político me parece una estrategia inadecuada. Es decir, no solo no es correcto, podría, además, no ser útil. Asumamos, por un momento, que AMLO haya subido al ring a Xóchitl Gálvez para propiciar su conversión de candidata de Ciudad de México a candidata a la Presidencia. Se libraba así de una enorme amenaza para la disputa por la capital y la transformaba en una débil rival para sus corcholatas. Siguiendo con el argumento, asumamos que frente a la inesperada espuma generada por su pre lanzamiento, el Presidente se siente en la necesidad de desinflarla. No estoy seguro de que el efecto gas mostaza que está utilizando produzca más daño que el que él mismo se inflige al atreverse a usar el gas mostaza. Están por verse cuántos votantes se desencanten por la información que difundió López Obrador sobre la empresa de Xóchitl Gálvez, frente a los votantes que se queden preocupados por esta intervención y que en 2018, sin ser incondicionales, votaron por AMLO esperanzados por la posibilidad de un cambio.

¿Cuánto de astucia política de parte de López Obrador hay en este pleito con Xóchitl y cuánto de enganchamiento personal más allá del cálculo o la prudencia? Hay muchas muestras de sus habilidades en incontables triunfos políticos a lo largo del sexenio, es cierto. Pero si queremos ser honestos, también hay ejemplos de ese enganchamiento no siempre justificado en temas como el covid o la rifa del avión.

En el fondo, me parece que esta apuesta en la que incurre el Presidente es innecesaria. Por un lado, a pesar de sus claroscuros y no podía ser de otra manera, la 4T mantiene una aprobación sólida y ganada a pulso tras cinco duros años de gobierno. Y, por otro lado, por más que se infle la candidatura de Xóchitl Gálvez, a la hora de la verdadera competencia no pueden ignorarse sus propias flaquezas como figura política y, peor aún, los pies de barro que supone el descrédito de los partidos que la representarían. López Obrador tendría que confiar más en la legitimidad de los argumentos del proyecto que encabeza y tener fe en los atributos que Sheinbaum o Ebrard pueden esgrimir ante sus rivales.

Gobernar, se entiende, no siempre es una tarea lúcida y amable. Pero tratándose del último año de una figura histórica como ha sido López Obrador, me parece que para el último tramo tanto él como el movimiento necesitan más del jefe de Estado que del líder de fracción política; más del predicador de nuevos valores que del fajador astuto y ventajoso. Después de todo no solo se está jugando la continuidad de la 4T, también la imagen histórica que quiera dejar de sí mismo en el último año.


  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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