Lo que sucede en el campo, primero pasa por la oficina. Esta máxima no falla.
El mexicanísimo Club Guadalajara se arrodilló ante dos extranjeros (Hierro y Gago) para entregarles las llaves del reino; de forma ciega creyeron en ellos y los posicionaron como los grandes conquistadores.
La vil traición apareció junto a la mentira. Esperemos que este querido club aprenda de sus propias decisiones aunque “Chicharito” pretenda culpar al arbitraje.
Javier ignora y olvida que desde que lo regresaron al equipo para vender ilusiones y camisetas, empezó la frustración y la debacle.
El proceso dejó de funcionar desde el momento en el cual creyeron que la vanidad del pasado virtuoso sería la salvación capaz de resucitarlos. Tan larga historia y no han aprendido.
Postrados ante desconocidos en el plano nacional tuvieron que someterse y obedecer a lo que contrataron como gran solución.
Las ideas forasteras vencieron al principio para terminar huyendo.
El Club Guadalajara entregó su alma y patrimonio a extranjeros vividores.
Aunque “Chicharito” siga lloriqueando no fue capaz de oponerse a las decisiones de la oficina.
Este Hernández no se ha percatado que ya pasó su historia, rica y ejemplar, pero ahora insuficiente para aportar algo decente y diferente. Han pisoteado el nombre “Chivas”,
Entre todos ignoraron la responsabilidad, le apostaron al “14” y no resultó.
Los han eliminado más con dolores que con honores. El torneo les fue avisando que iban mal pero no captaron dichos mensajes.
Hoy, perfectamente a un lado de los elegidos podrán seguir lamentándose.
Su entusiasta afición gozó poco, sintió que podía, no se arrepiente porque el amor perdura. Por lo pronto, adiós.