El 2024 fue un año fatal para Santos. La erosión provocada cada semestre fue abrumadora, semana tras semana era un mal fin por cualquier lado que se le viera.
Malas entradas, derrotas por doquier, la casa desolada, afición sin emoción y falta de apetito para asistir al estadio.
La expresión de “Buen fin” ahora se intenta exponer como un anhelo. Se desea que Santos pueda tener un mejor torneo con el entrenador que sea; será lo mismo.
Las decisiones tomadas causaron estragos cada fin de semana porque lo único que se apreciaba era retroceso.
Creer en la fama o reputación de un entrenador es un error porque el plantel siempre está por encima del encargado.
En este momento, casi en este fin de semana, están por elegir al nuevo que vendrá y será lo mismo si no se aplican, primero, a realizar una buena limpia de jugadores respecto a lo que antes contrataron.
La nueva composición del Santos no es fácil; existe clara identificación de este evento porque el mal de todo el año 2024 complica la nueva fisonomía.
La planeación, inicia sabiendo si existe la determinación de mejorar las compras, aunque en este tema no haya “buen fin”.
El deseo de todos, o al menos de muchos, es que se puedan ejecutar las operaciones adecuadas para sacar del barranco a este equipo.
No se ve por dónde puedan realizar esta obra porque hay muchas limitaciones casi auto impuestas.
Los jóvenes ya con casi dos años en el equipo no han dado suficientes razones para poder confiar en ellos. Tanto cambio de entrenador es otra clara señal de que no le atinan a nada.
Por eso se le manifiesta comprensión. Mientras, se le desea “Buen fin”.