El campeón Tigres no se acongoja, puede seguir adelante así como terminó defendiendo su título que a todos asombró, incluyéndolos. Es tema de orgullo institucional.
Si pudo y lo hizo bien no hay de qué preocuparse.
Tiene derecho a una sabrosa pausa.
Su vecino Monterrey todavía no ha podido digerir su fracaso. Le echaron la culpa al entrenador, rápido fueron por otro que había hecho exactamente lo mismo.
Hoy se afana por borrar sus miserias esperando que la pausa no le altere su próximo presupuesto.
América es otro que se distrae cada semestre, se regocija con las adulaciones que recibe semanalmente de gente mediática pero sigue sin aprender que no está compitiendo solo.
El afán de hacerlo campeón cada seis meses es una enfermedad incurable.
A las Chivas, para empezar, es necesario felicitarlas porque ni ellos nos podrán explicar lo que realmente les sucedió.
Tanto para bien como para mal, su andar requiere una pausa mayor porque se supone que el gran trofeo lo tenían en su poder. Hicieron de más.
Cruz Azul fue el mismo de siempre aunque con otro nombre en el banquillo.
Esta institución ha estado en pausa mucho tiempo por más que otros aduladores se esmeren por hacerlo ganador en las primeras jornadas.
Atlas ingresa a la competencia con los ganadores tradicionales y se atreve a retarlos; he ahí su gran mérito.
Pachuca nos recuerda que se encuentra fuera de la élite de presumidos pero ostenta más privilegios que los otros sin necesidad de pertenecer a ese cada vez menos selecto grupo.
Le podemos añadir al León como parte ejemplar de su elenco.
Santos está inmerso en su propia pausa existencial, con dudas, verdades, respuestas, incógnitas y esperanzas labrando lo que se pueda lograr porque los tiempos difíciles de ahora se estiman más complicados.