La incómoda situación del Club Santos tiene nombre y apellido.
Hay responsables e irresponsables, poco dan la cara, existen, no levantan la mano porque es más agradable esconderse y prefieren ofrecer excusas.
La buena o mala vibra que se le asigne a la institución no proviene de la prensa y tampoco de la afición.
Esto tiene un límite, engañoso, el cual ya llegó a un “basta”.
Las decisiones que se han tomado no han contribuido a que el equipo mejore.
Se ampliaron las propiedades, apareció el inmenso deseo de estar en más partes, se empezó bien ese proyecto pero pronto surgió otra realidad.
La distancia muy palpable entre afición e institución, no se puede soslayar. Intentar esconder algo o culpar a otros se convierte en tema escabroso.
Es triste ver que el mismo nombre de equipo volvió a golear al Santos en la casa del seis veces campeón.
Muy triste lo que sucede donde, con apellido, dirección, estatus y hechos reales podemos señalar responsables o irresponsables porque la goleada en casa no se modifica con “palabras puntuales”.
El juego, cualquiera, suele aportar novedades y sorpresas.
Lo incómodo es que se siguen presentando en la casa del Santos donde ya cualquiera viene y se burla.
Y esto, habiendo llegado a su límite, ya no se soporta porque al Santos cualquiera le está faltando al respeto.
Son momentos complicados que con sabiduría y humildad se deben solucionar.
Adelante con las decisiones que se perciban acertadas sin esquivar responsabilidades.