Nadie podrá negar el valor, ya histórico, de las peregrinaciones en honor de la virgen de Guadalupe en Torreón.
Es una determinación espontánea de la población mayoritariamente católica y provee un conocimiento actual, quizá a nivel de presunción, de los porqués de la devoción a la figura religiosa “madre de México”.
La de este viernes 12 de diciembre es el vivo ejemplo para tratar de construir una idea alrededor del tema.
Nuestra ciudad recobra el entusiasmo y el compromiso que las infaltables eventualidades le arrebatan a la gente, y que conste que está libre manifestación de devoción y recogimiento incluye a los grupos sociales que integran a la sociedad torreonense.
Este 2025 me tocó ver ya aquel grupo de mujeres jóvenes y no tan jóvenes danzantes que cobró notoriedad al viajar el año pasado a El Vaticano.
La verdad es que no lo hacen mal y saben lucir no solo su acompasado ritmo sino el perfil de gente nice, fifí.
Y de igual forma me ha tocado ver a cientos y miles de danzantes de todas las edades y condiciones socioeconómicas, que lo mismo acuden a la avenida Juárez y caminan y transitan y bailan desde la alameda Zaragoza y hasta la iglesia de Guadalupe allá en la Ramos Arizpe, marcando sus pasos al ritmo de los tambores golpeados con fuerza por jóvenes hombres y ya también niños, o por grupos musicales que tocan y llaman la atención de quienes secundan las peregrinaciones de pie o sentados en las orillas de las banquetas, o que ya se acostumbraron a llevar sus sillas o bancos para observar el ritual dancístico en honor a la Guadalupana.
Algunos contingentes inician desde la misma avenida Juárez frente al Museo Regional del Bosque Venustiano Carranza, pero sean éstos o los que parten de la alameda Zaragoza, dejo constancia de que si no todos, sí un buen número de personas alistan sus vehículos con gran interés, como si la vida se les fuera en complacer a la virgen con los arreglos que ponen y que hacen con extremo cuidado y con ganas, como un compromiso sentimental y emocional como pocas veces se puede contemplar en los actos públicos en la ciudad.
Es, pues, esta actividad anualizada, eje central de la cultura religiosa y que, me atrevo a afirmar, supera y por mucho cualquier otra manifestación de esta índole.
Cada año se arraiga más y más, cada año más grupos, más gente, más representación de una fe que le brinda a Torreón la identidad que no se alcanza en otras celebraciones litúrgicas u actos culturales, deportivos y no se diga políticos.
La concurrencia a las peregrinaciones convoca y reúne a miles de personas como quizá solo se le podría equiparar -¡puff!- los “conciertos” musicales de solistas y grupos que por razones de lucro económico son invitados a presentarse.
Al final, tanto peregrinaciones como tocadas musicales y conciertos de cantantes, aunque surgidas de intereses diametralmente opuestos, no dejan de ubicarse en un contexto social que mide la mentalidad de las personas.
No es, pues, un asunto de percepción o de una visión prejuiciada sino que forman parte de una estructura planteada desde ideas con una visión cristiana y capitalista, con las variantes y posturas propias de sus muy particulares intereses.
Las peregrinaciones visibilizan lo que, en primera instancia, podría denominarse agradecimiento y amor a la Virgen de Guadalupe por lo que la tradición oral le adjudica.
Se crea o no sea crea, es un hecho innegable, así fue concebido el acto y así permanece y trasciende. ¿Es necesidad de algo?
No lo sé, pero sí sé que es una expresión humana muy de la Laguna o muy de Torreón; es, entonces, un acto cultural que domina la agenda de eventos artísticos, deportivos, científicos, políticos…
El día que se aborde con más conocimientos, con más pruebas e interlocución, con mayor comprensión y aceptación que las peregrinaciones son parte fundamental de la vida individual y colectiva en la ciudad, se estará en camino de validarla como el engrane faltante de una identidad cultural verdadera.
Alguien tendría que atreverse a sopesar y proponerla como una política de turismo religioso -y cultural-, lo que serviría para ratificarla parte de una fe, de una devoción, de una creencia, de una certeza y forma de ser de laguneros, de torreonenses, como solo una fuerza sobrehumana y poderosa es capaza de revestirlos de fe, devoción y le da, sin duda, la identidad cultural que no le llega por otra vía hace tiempo.
Así México y los mexicanos, Torreón y los laguneros, siempre estamos clamando por milagros ante la negativa de otras realidades.