Las cicatrices de la historia tendrán cura? La voz áspera, ronca de Luis Eduardo Aute, llena el espacio vacío; una nostalgia actual, suave esparce la melodía. Lo mismo cuando suena el violín, su llanto alegre, su dulzura. Los mariachis en algarabía al Son de la Negra, o La Culebra. Y en ese instante, una mordida a un taco de cochinita pibil, su sabor en las manos.
En cada rincón de la Patria, las expresiones de folklore llevan consigo una mezcla mestiza. Se ha dicho que la humanidad tiene abuelos, blancos, negros, rojos, amarillos, de ese origen primario, germinan las razas que cubren el orbe.
Curiosamente, el 13 de agosto, día de la caída de Tenochtitlán, ahora de la resistencia indígena, del año de 1790, cuando removían el piso de la Plaza Mayor, descubrieron una escultura descomunal, tres metros de alto y más de 12 toneladas, la diosa Coatlicue, deidad venerada como madre de los dioses.
La enviaron por orden del virrey, a la Real y Pontificia Universidad de México, para ser considerada como “un monumento de la antigüedad mexicana”. Y dieron la indicación de que fuera nuevamente enterrada. ¿Miedo, horror, superstición?
Casi tres siglos tuvieron que pasar para desenterrarla. Los indígenas, ocultaron primero, sus más preciadas antigüedades para salvarlas de la ruinosa destrucción, era una forma de preservar, sus historias, sus ciencias, y de resguardad la sucesión de ciclos o eras cósmicas.
Una vez descubiertas, los españoles las volvieron a sepultar, por temor, desconfianza de avivar la memoria. Octavio Paz dice que América, como la Coatlicue, era una revelación visible, pétrea de los poderes invisibles.
Las llagas de los ocultos, de los imperceptibles, son profundas. Parecían ya curadas. El debate sigue omnipresente. Respetar, aceptar al otro, en un mismo territorio, sin máscara, sin polvo, sin prejuicios racistas, es necesario como un abrazo.
En medio de nuestras desgracias, dice Carlos Fuentes, permanece de pie nuestra herencia cultural, que hemos sido capaces de crear en 500 años como descendientes de indios, negros y europeos, en el Nuevo Mundo. Algún día, ¿podremos sanar las heridas históricas? Carpe diem. _