Desde la labor de acompañamiento psicosocial y mi participación en distintos espacios institucionales y comunitarios, encuentro un conflicto que se repite con preocupante frecuencia: las mujeres adultas mayores no cuentan con las garantías de protección que necesitan.
Cuando hablamos de violencias contra las mujeres solemos pensar en las que ocurren en pareja. Se han construido marcos normativos, protocolos de atención y rutas institucionales para atender estas problemáticas que han servido para muchas. Pero no es la única modalidad que afecta a la población y centrar las estrategias institucionales a ella, invisibiliza otras formas de violencias.
Los avances no han sido igualmente accesibles para todas, las adultas mayores quedan, una y otra vez, en los márgenes. En el acompañamiento cotidiano aparecen historias de despojo patrimonial, abandono, negligencia en los cuidados, control económico, violencia psicológica persistente y, con frecuencia, violencia institucional. Las condiciones particulares que viven tejen la complejidad desde otros puntos y añaden gravedad a la vulnerabilidad: cuando las agresiones vienen de sus descendientes, cuando dependen de los cuidados de las personas que las agreden, cuando el sostén económico es inaccesible para ellas, cuando una condición de discapacidad les obstaculiza la movilidad, por mencionar algo.
La respuesta institucional suele limitarse a ofrecer asesoría jurídica o atención psicológica que, si bien es necesaria, resulta insuficiente. No existen modelos integrales de atención pensados específicamente para las condiciones de vida de las mujeres adultas mayores. No hay rutas diferenciadas, ni protocolos claros, ni programas especializados que reconozcan la intersección entre género y edad y esas omisiones reafirman las desigualdades estructurales.
Desde una perspectiva de derechos humanos, el principio de igualdad sustantiva exige reconocer que no todas las mujeres enfrentan las mismas condiciones ni requieren las mismas respuestas. Por eso, el tema no puede seguir tratándose como un asunto secundario o asistencial.