Parece obvio que toda construcción en particular tiene una dimensión a escala urbana, por pequeña o insignificante que pueda parecer. Sin embargo, para muchos diseñadores, arquitectas y arquitectos, el contexto urbano es una situación que se toma en cuenta al principio del proyecto, pero que no se refleja directamente en las características finales del objeto producido. Toda intervención tiene un impacto en su entorno inmediato pero también en la totalidad de la ciudad en la que se localiza.
La casuística contemporánea del proyecto arquitectónico constituye una metodología muy útil para la investigación necesaria en cualquier proyecto. Lo más importante es que no se trata de un paso previo al comienzo del diseño, sino un sistema para medir su adaptación a las condiciones contextuales durante todo el proceso y evaluar la adecuación del edificio producido incluso posteriormente a su terminación.
Se trata de la parte transdisciplinar de la actividad proyectual en la que intervienen expertos en campos sociales de conocimiento como la economía, la geografía, la sociología y la estética. Mientras que los planificadores aportan a todo proyecto una dimensión física y científica, los demás colaboradores se ocupan de sus implicaciones antropológicas y sociales. Ambas partes deben operar de modo armónico para el éxito del proyecto, pero a su vez se encuentran en tensión constante, lo cual tiene un efecto que en la mayoría de las ocasiones resulta positivo para la operación, pero cuando no están bien definidos los parámetros de la investigación, también puede ser nocivo para el desarrollo general del trabajo emprendido.
Tangente
“Tanto el pueblo como la ciudad son escenarios de operaciones de fuerzas que están mucho más allá del alcance del uno y de la otra y de los procesos que estas fuerzas ponen en marcha y que nadie —ni los habitantes de las zonas rurales y urbanas afectadas, ni tampoco los propios iniciadores— pueden comprender y aun menos controlar”, Zygmunt Bauman, Vida líquida.