Aprender a vivir

  • Desde mi rincón
  • Luis Augusto Montfort García

Laguna /

Entre los antiguos romanos existía un pequeño artefacto llamado “tabula”, una tablilla cubierta con cera en uno de sus lados, en donde se podían anotar números y/o letras, el que con frecuencia se usaba para apuntar las cuentas y el saldo de algún adeudo. 

Cuando el deudor pagaba el total o el acreedor deseaba cancelar la deuda, simplemente se pasaba una vareta por encima y todo se borraba, con lo que quedaba una superficie de cera lisa y sin datos o “tabula rasa”.

Como suele pasar, esta figura de un registro sin datos o “en blanco”, pronto migró al pensamiento filosófico, al preguntarse los sabios si los seres humanos nacemos con alguna forma de información genéticamente “precargada”, o lo hacemos con la mente en estado de tabula rasa, preparada para recibir (desde afuera) todos los datos necesarios para sobrevivir y desarrollarnos.

Sin importar cual condición sea con la que nacemos, lo cierto es que desde que respiramos por primera vez y hasta que exhalamos el último aliento, la vida es un proceso de distintas etapas en el que todos sin excepción debemos enfrentar un reto de sobrevivencia física y mental, a la vez que generar y asimilar el aprendizaje que nos permita superar ese reto. 

“El maestro” está en todos lados, en la casa, en la escuela, en la calle y en cualquier parte, solo es preciso que aparezca el alumno, es decir; tener la disposición de apreciar, entender y aprender.

Esto último quizá sea la parte más difícil, pues en ninguna etapa es fácil aceptar la realidad y sobre todo reconocer nuestros límites e imperfecciones, sobre todo cuando la situación de la que debemos aprender (el maestro) no nos es cómoda o grata.

Tal vez un buen principio para sobrevivir, crecer y desarrollarse estriba en aquel antiguo “gnóthi seautón” delfico que manda: “Conócete a ti mismo”, entendido esto; no solo como el auto-conocimiento de nuestras emociones y sentimientos, sino como la conciencia plena de la etapa de vida y circunstancias en las que nos toca vivir (infancia, juventud, madurez o vejez). 

Aprender a vivir no es fácil, pero nadie dijo que debiera serlo.

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