La fórmula

  • Desde mi rincón
  • Luis Augusto Montfort García

Laguna /

La obra no solo era faraónica, sino que además suponía ser un magnífico regalo para el pueblo, a la vez que un homenaje para la glorificación del gobernante en turno quien no alcanzaría a ver la culminación de su iniciativa, pues eso sólo sucedería hasta diez años más tarde, cuando su sucesor logró terminar e inaugurar la monumental edificación, construida con toda clase de servicios con bloques de travertino, madera, mármol, piedra y hormigón.

Situada entre tres colinas, la idea era que significara para el pueblo una devolución de lo robado por el gobernante anterior, que se había destacado por su frivolidad y su despilfarro de fondos públicos en toda clase de excesos y corruptelas, como aquella de haber despojado a la ciudad de 50 hectáreas de terreno para construir su “Casa Dorada”, con incrustaciones de oro, piedras preciosas y marfil.

Aún así, junto al nuevo anfiteatro de acceso popular y gratuito, cuyo destino sería divertir y entretener al pueblo con grandes espectáculos, se reubicó la estatua de proporciones gigantescas de aquel corrupto antecesor, que elaborada en bronce y de 30 metros de altura, era conocida como Colossus Neronis, de donde con el paso de los años y siglos, el Anfiteatro Flavius, construido en el corazón de la antigua Roma por el emperador Vespasiano Flavio y terminada por el también emperador, su hijo Tito Flavio, sería conocida sólo como “El Coliseo”.

Corría el año 80 d. C. y la situación para el imperio romano era difícil, desgastado por las continuas guerras, apenas hacía un año que Pompeya y Herculano un día como éste 24 de agosto de hace 1943 años, habían sido destruidas por el Vesubio, además Roma recién había sufrido un incendio durante varios días y se había desatado una epidemia.

La inauguración del Coliseo duró 100 días con eventos diarios, por la mañana espectáculos y por la tarde la eliminación de cristianos, prisioneros y otros enemigos del imperio. 

Había que distraer al pueblo y en las cocinas se preparaban grandes cantidades de pan para los asistentes. 

La fórmula era clara y aun lo es: Pan y circo para el pueblo.

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